Por David Uriarte /
Hay dos afirmaciones propias del amor de madre; la belleza y la inteligencia de sus hijos. Algo parecido les pasa a los apasionados por la política y los políticos, creen en las virtudes de su partido al que pertenecen o simpatizan, y/o en las virtudes de las personas que buscan un puesto representativo o de gobierno.
Cuando le preguntas a un aspirante a la gubernatura de un partido minoritario en todo sentido, si piensa que puede ganar, su respuesta da vuelta en afirmaciones ideológicas, razones evidentes, pero, sobre todo pasiones celestiales, producto de ingenuidades o distorsiones cognitivas propias de las pasiones terrenales y políticas.
Lo mismo sucede en admiradores o admiradoras de grandes políticos, cuadros con trayectorias “impecables”, conquistadores de voluntades populares que venden la rentabilidad del pasado como moneda de cambio actual.
Candidatos, seguidores, coordinadores de campaña, admiradores, adoradores de la imagen, simpatizantes, compañeros de partido, correligionarios y toda persona apasionada por un proyecto, cualquiera que sea… cuando se apasiona pierde la dimensión de la realidad, idealiza imágenes y fantasías, construye escenarios posibles que se derrumban ante la aritmética, sin embargo, aún ante su derrota siguen pensando que hubo equivocación social, justifican los motivos reales por los que fue superada su expectativa y se resisten a superar la ptosis (caída del parpado que no permite ver) palpebral.
Las pasiones enceguecedoras se presentan en todas las áreas de la vida. Se necesita un estado mental maternal que justifique la realidad, en estos casos, estas personas deben aprender de memoria y repetir todos los días la siguiente frase: “estar seguro no es conocer la verdad”. Las madres de los delincuentes casi siempre afirman: — Es buen hijo, estoy segura que él no hizo eso… ¡Claro! Les gana el sentimiento maternal, la pasión por un vínculo de afecto irrompible.
Cuando los candidatos se rodean de personas pasionales, se les olvida o no toman en cuenta dos cosas: que las elecciones se ganan con votos no con aplausos, y que no todo el que aplaude vota.