Por David Uriarte /

Todas las personas cuando arriban al poder político se vuelven perfectos según su propia percepción, algo debe tener la silla donde se sientan, más si es presidencial.

Desde José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix (Guadalupe Victoria), primer presidente de México; hasta el actual, Andrés Manuel López Obrador; la historia y la estadística cuentan cosas diferentes, es decir, tienen que pasar años para que alguien diga lo que realmente pasó, o lo que realmente se escondió… Mientras tanto en tiempo real, todo parece perfecto desde la óptica del que gobierna.

Los que reclaman un gobierno resolutivo, un gobierno que saque de la pobreza a sus gobernados, que implemente un sistema de salud primermundista, un sistema educativo de vanguardia, que garantice la paz y la seguridad social, se pueden dividir en dos grandes grupos: los que nunca han estado o han sido gobierno; y los que ya lo fueron y tampoco resolvieron lo que hoy reclaman.

Es fácil hablar desde los supuestos, desde el discurso de lo que se debe hacer o implementar en un gobierno, lo difícil es demostrar que es cierto y garantiza un verdadero éxito.

Los políticos cuando están en la oposición, se sienten los salvadores de su patria, magnifican los errores de gobierno en el poder, pero cuando llegan, las cosas cambian diametralmente; es fácil proponer desde la banca del aficionado político que busca estar en la jugada, lo fácil se vuelve a veces imposible cuando tienen el balón en su cancha y el público reclama aquello que tanto prometió.

El otro grupo, aquellos que ya fueron gobierno, aquellos que tampoco hicieron lo que hoy reclaman, tienen menos credibilidad, si fuera tan fácil ¿Por qué ellos no lo hicieron? Los que ya fueron gobierno se sintieron o percibieron perfectos en su tiempo, hoy la historia los alcanzó y desnudó, lo mismo les puede pasar a los que hoy se sienten techos a mano, tocados por la mano de Dios, perfectos por decir lo menos.

Parece que la historia es picara y espera su momento para exhibir las verdaderas miserias humanas, o las verdaderas virtudes de los gobernantes, mientras esto sucede, los gobernantes en turno llevan doble contabilidad; la de la historia y la de ellos, la contabilidad de la historia es descriptiva, solo exhibe realidades; la contabilidad de los gobernantes tiene el maquillaje de la perfección, con mucha producción cinematográfica, apta para todo público.