Por David Uriarte /
A casi tres años del SARS-CoV-2/COVID-19: el virus, la enfermedad y la pandemia, hay personas que arrastran una serie de ideas falsas y otras acertadas, el costo de la pandemia se mide en pérdidas; pérdidas de vidas humanas, pérdidas de dinero, pérdidas de salud, pérdidas de parejas, pérdidas de empleos… pérdidas y más pérdidas.
La ausencia del ser querido por la infección del virus, enfermedad, complicación y muerte es un vacío irremplazable, habrá quien se resigne y trabaje su duelo sin problema, habrá quienes les cueste más trabajo aceptar la realidad, y habrá de plano quienes queden marcados para toda su vida como damnificados de la pandemia.
Huérfanos, viudas, y familias en estado de indefensión por la ausencia definitiva de un familiar que era el sostén económico, han tenido que aprender a subsistir en el mar de complicaciones derivadas de la muerte. Niños que no alcanzan a entender su circunstancia; viudos que tienen que redireccionar su vida; beneficiarias a quienes les cambió la vida al recibir una indemnización jugosa impensable, o bien darse cuenta de que, a partir de la muerte de su pareja, hay que trabajar.
Las secuelas de la pandemia por la muerte de un familiar no son las únicas, también hay complicaciones familiares derivadas de la incapacidad permanente parcial o total, la invalidez motora, la dificultad para respirar, o la neblina mental, son complicaciones que pueden durar para toda la vida.
Las discrepancias entre autoridades sanitarias, las políticas públicas y partidistas, y la sociedad, son evidentes… Mientras algunos científicos mantienen la idea de seguir usando cubrebocas, otros lo desmienten; los comerciantes abogan por regresar a las condiciones pre-pandémicas; los distribuidores de insumos para la higiene personal promueven y ofertan el uso de sanitizantes y medidas de protección; cada uno defiende su nicho de creencias o sus intereses.
La pandemia dejó muchas enseñanzas, por ejemplo, según cifras del INEGI, durante 2021 se registraron 149 675 divorcios, lo que representa un incremento de 61.4 % con respecto a 2020. Las entidades que registraron las mayores tasas de divorcios por cada 10 000 habitantes de 18 años o más fueron: Campeche, con 46.6; Sinaloa, con 40.2 y Coahuila, con 37.4.
Algo pasó en la pandemia que, el 46.6 % de divorcios se dio entre parejas que tenían viviendo entre seis y 20 años.