Por David Uriarte /

En todos los partidos pasará lo humanamente esperado: resentimientos, envidias, corajes, hipocresías, soberbia, abandono y sentimientos encontrados cuando las expectativas no se cumplan.

En MORENA ya empezaron los reclamos, señalamientos, desobediencias y denuncias en contra de la dirigencia nacional o los ungidos, que para muchos miembros y simpatizantes del partido oficial, no son merecedores de tal distinción.

En la alianza PRI, PAN y PRD, están tan sorprendidos que no alcanzan a entender cómo llegaron a juntarse, líderes y partidarios voltean a verse como diciendo –¡qué estamos haciendo aquí!–.

Es un espectáculo parecido a los juegos de fútbol entre alumnos de una escuela de paga cara y alumnos de una escuela de gobierno, los primeros con tenis de marca y los segundos con el calzado que les dio la naturaleza.

Mientras la muchedumbre de un partido llega en transporte público, el segmento de otro partido llega gritando consignas y mostrando la cara ruda de sus principios, los militantes de otro partido de la alianza, prefieren ver el espectáculo vía electrónica por cualquier plataforma diseñada para el caso como Zoom, o se asoman a las instalaciones del otrora partido fuerte para calmar su curiosidad de cómo será estar en el famoso “baño de pueblo”.

Otro partido se adelanta y va con todo en la búsqueda de la gubernatura, no importa que critiquen a su candidato por desprenderse de otro partido al no ser cobijado con designación esperada, cumple con el perfil de ser frontal, valiente, como dice él mismo “echado padelante”. Al parecer, a muchas personas les gusta el perfil de una conducta motivada por la franqueza y la decisión, sin importar el deterioro de vínculos de amistad con otros actores políticos, en fin, las motivaciones siempre justifican la conducta.

Mientras tanto, otro partido sigue trabajando todos los días, privilegiando el trabajo de campo, visitando cada municipio y cada seccional, recorriendo desde hace años las comunidades llevando propuestas y recogiendo planteamientos. En el intento de sumar a los resentidos, lo más que lograrán será escuchar: “te perdono, pero no se me olvida”.