Por David Uriarte /
En los negocios, como en la vida, no obtienes lo que mereces, obtienes lo que negocias. Esta es la frase que volvió inmortal a Chester Karrass en Estados Unidos, creador de lo que algunos llaman la Biblia de la negociación. La democracia es el mejor ejemplo de negociación: es la suma de la expresión de la voluntad individual. La trampa o el truco estriba en el porcentaje de participación del grupo objetivo; es decir, si de los implicados en un tema solo participa o vota una minoría, automáticamente esa minoría se convierte en mayoría. Es su voluntad la que determina el rumbo de las cosas.
Por lo tanto, los expertos en manipulación motivarán a unos y promoverán la apatía o la falta de interés en otros. Los expertos en marketing político lo hacen desde el neuromarketing, desde un cerebro que habrá de procesar la realidad según su propia percepción. Por eso, los expertos aseguran que la percepción es realidad. De nada, o de poco, sirven las evidencias cuando la percepción indica otra cosa. Cuando el significado se vuelve polar o diferente a la realidad objetiva, la realidad percibida es lo que determina la voluntad o la conducta humana.
Los liderazgos de cualquier tipo —sobre todo los políticos— asumen como fundamental la percepción de la masa social; buscan motivarla y direccionarla hacia el rumbo que les beneficia. Saben que no hay nada más eficaz que una persona motivada al grado de hipotecar la razón por la emoción.
La negociación en la política partidista es distinta de la negociación en la política de Estado. La negociación partidista termina en las urnas; la negociación de Estado empieza en la silla del poder.
Nadie tiene lo que merece, porque todos merecemos lo mejor en seguridad, salud, educación, economía y bienestar. Sin embargo, la realidad nos muestra que esos derechos no desembocan en el bienestar esperado. ¿Por qué? ¿Será que eso es lo que merecen todos los mexicanos? ¿O será que unos pocos arrastraron a la mayoría bajo el esquema de una democracia inducida?
Cada mexicano merece vivir y sentirse seguro, tener acceso a servicios de salud eficientes y eficaces, contar con un sistema educativo competitivo a nivel mundial, y percibir un ingreso decoroso y suficiente para mantener a su familia en la justa medianía: sin excesos, pero también sin carencias, gozando de un verdadero bienestar.
¿Qué tienes tú?