Por David Uriarte /

En Sinaloa hay muchas personas talentosas, una de ellas se llama Miguel Loredo López, un hombre cuya historia de vida da para escribir un buen libro de superación personal.

Miguel Loredo llega a Sinaloa casi al terminar su niñez, su primera década de vida es sin duda la fuente de su sabiduría aunque para muchos podría ser el origen de su crisis existencial.

La intuición y el pensamiento lateral es virtud inherente en este hombre, no perteneció al grupo de niños sobresalientes, o a los niños con un estado de evolución superior al promedio que hoy se les llama “niños índigo” por su alto coeficiente de inteligencia. Miguel aprendió literalmente en el surco y la obra, sus capacidades de planeación y de vislumbrar el futuro inmediato en su vida, lo condujeron por un camino áspero y tortuoso: a los 12 años dirige su primera obra de ingeniería civil y debuta con su primera borrachera.

En plena adolescencia cultiva sus aptitudes y vocación, sin educación formal, Miguel se habla de “tú a tú” con los grandes del ingenio mecánico de tal suerte que al llegar a las aulas del Tecnológico de Culiacán, la soberbia le gana al darse cuenta que sus maestros estaban limitados por la teoría y él sobrado en la práctica.

Decide independizarse y formar el emporio empresarial que hoy tiene, Miguel siempre ha dejado sorprendidos a los escépticos que dicen –no se puede-, con portafolio en mano ha tocado puertas en las empresas transnacionales, dejando sorprendidos igual a los alemanes, que a los canadienses o chinos que hoy son sus clientes.

Miguel puede escribir un manual de errores, dice haberse equivocado muchísimas veces y haber aprendido de los errores. Miguel Loredo fue seducido por la política empresarial, se metió tanto que llegó a ser Presidente de la Confederación de Ejecutivos de Ventas y Mercadotecnia (COMEV) en 2012. Prácticamente en todos los organismos intermedios Miguel Loredo es conocido y reconocido.

El resumen de un “Ciro Peraloca” como Miguel Loredo, tiene el toque de la pobreza, la pizca de la humildad, el aderezo de la soberbia, y la inteligencia para aprender de los fracasos y construir un modelo a seguir por aquellos que dicen –“no se puede”-.