Por David Uriarte /

No es fácil estar en los zapatos del juzgador, menos cuando los hilos del poder están de por medio, no es lo mismo un conflicto entre particulares que un conflicto con el gobierno donde una de las partes tiene el garrote.

Hay dos elementos inherentes en este tipo de conflictos: la realidad y la percepción. Mientras la realidad se cocina entre el mar de pruebas y argucias donde la habilidad es el único reflejo de la defensa, la percepción se construye con afirmaciones sorprendentemente útiles para el fin, es decir, lo más fácil es difundir información falsa e imprecisa con el objeto de hilvanar ideas en la conciencia social.

La guerra de información configura en ciertos momentos difamaciones cuyo objetivo es nuevamente construir percepciones fuera de la realidad, percepciones que alimentan la sed de venganza de unos, y engrandecen indirectamente a las víctimas cuando poco a poco empieza a caer el telón dejando ver la figura y dimensión del verdadero problema.

La comparecencia maratónica que culminó con la vinculación a proceso es un grito desesperado de la autoridad judicial, con una garganta amordazada por la presión institucional, es probable que el juez se enferme y su cuerpo le cobre la factura haciéndolo hipertenso o diabético; ojalá que esto no ocurra, si ocurre será parte del grito adelantado.

El protocolo del grito de la Independencia en México es el 15 de septiembre… los gritos siempre presagian algo, en este caso, la resolución judicial del 14 de septiembre donde se vincularon a proceso a las autoridades universitarias presagia o anuncia para algunos el principio, para otros el final, el principio de una lucha donde habrán de quedar exhibidos los protagonistas y sus simpatizantes, o el final de unos juegos de artificio cuyas armas de utilería ya cumplieron su función mediática.

Es posible que, si de gritos se trata, aparezca una figura que grite más fuerte y ponga en paz temporalmente a los contendientes, el amparo de la justicia federal sería un grito o un manotazo que dejara al descubierto intenciones detrás del conflicto.

Las motivaciones de la parte acusadora deben ser muy fuertes, a tal grado que la sociedad está siendo salpicada en su tranquilidad y en determinado momento, puede tomar la ruta crítica y buscar una salida a través de gritos adelantados y ensordecedores que se pueden prevenir.

La prevención siempre es mejor que la curación.