David Uriarte /
A veces es mejor no saber, o conformarse con las verdades a medias. Conocer los riesgos latentes de un país con más de 130 millones de habitantes, donde una de las creencias es que el pueblo manda, implica poner a prueba la capacidad de abstracción, el grado de adoctrinamiento, la resistencia al dogma, la habilidad para mantenerse limpio entre tanta suciedad, y la suerte de no caer en las garras de un destino cruel que puede arrebatar la vida, los bienes, la paz y el bienestar.
¿Quién dice la verdad? ¿Donald Trump, Claudia Sheinbaum, los secretarios de Estado de Trump, los secretarios de Sheinbaum? Mientras unos dicen una cosa, otros los desmienten. Mientras algunos hablan de soberanía, aviones estadounidenses no tripulados rastrean parte del territorio mexicano. ¿Algo esconden los mandatarios? ¿Algo no quieren que se sepa?
Mientras la verdad completa se deja ver, en México se vive una aparente tranquilidad cuando no se conoce lo que subyace detrás de las declaraciones e informaciones “oficiales”. Pero también se vive un estado de alerta máxima cuando la población se ve involucrada en hechos delictivos de alto impacto, como homicidios, secuestros, extorsiones, robos de vehículos, levantones, desapariciones, balaceras o vandalización de bienes inmuebles.
Las verdades a medias responden a los intereses de quienes las emiten. Poco a poco, las tensiones diplomáticas entre México y Estados Unidos marcan una tendencia de ganancias y pérdidas: lo que gana un país, lo pierde el otro, y viceversa. México entrega más de cincuenta delincuentes, y Estados Unidos otorga una prórroga para la aplicación de aranceles potencialmente mortales para la economía de ciertos sectores.
A partir de la llegada a territorio estadounidense de dos personajes buscados por su justicia, las tensiones políticas se incrementaron. Todo indica un nerviosismo creciente en el régimen en el poder, acompañado de una serie de declaraciones e información con verdades a medias. A veces, da la impresión de una desarticulación entre los actores principales del discurso público: los números dicen una cosa, y la percepción social otra.
Mientras el INEGI sostiene que la pobreza está disminuyendo, y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana reporta una baja del 25 % en homicidios dolosos, lo que realmente contrasta es una sola cosa: la percepción.