Por David Uriarte /

 

Más allá de juicios, preferencias, simpatías, intereses, compromisos, lealtades, y amistades, el análisis de la prevalencia en el poder político de los partidos, termina siendo el reflejo del liderazgo cupular.

Todos o casi todos los principios, estatutos, y doctrinas de los partidos políticos, tienen un fin común parecido; el bien y la mejora social. Una cosa es la filiación partidista y otra el fanatismo o pasión exagerada e irracional de las ideas políticas, por eso, hay que desmenuzar lo evidente.

La palabra clave en la evaluación del Neuromarketing político es el liderazgo, condición indispensable para cualquier proyecto personal o de grupo. El líder subsume tres características, admiración, credibilidad y respeto, con esto se hace la mejor mezcla para el triunfo en la vida política y personal.

En retrospectiva es fácil ver los liderazgos venidos a menos y los venidos a más, aún con la miopía emocional, no se puede difuminar el brillo del triunfo, sin embargo, la opacidad de la derrota si puede desenfocar la realidad e inducir la culpa para no buscar soluciones.

Así como algunos representantes de religiones abrumadoramente mayoritarias han perdido credibilidad y agremiados, así los liderazgos políticos en México han perdido el poder sumando inconformidades de sus correligionarios.

Al perderse el liderazgo o el cimiento de la estructura partidista, los miembros pierden cohesión, tomando rumbos variados que van desde la apatía e indiferencia hasta convertirse en enemigos de la doctrina que profesaban y defendían incluso con su vida.

No es tema menor el liderazgo cuando de lo que se habla es del rumbo o destino de un País, solo en la mente reducida puede caber la idea de que no pasa nada y que, a la vuelta de tres o seis años, como por arte de magia, las cosas vuelven a ser como ayer.

La inteligencia de los políticos debe dar para más, deben replantear las condiciones reales de un México galopante en la globalidad y no seguir pensando en el feudo como estrategia de triunfo. El único reto de los políticos perdedores, es reconstruir la admiración, la credibilidad y el respeto de sus aún seguidores y posibles clientes, antes de la catástrofe final porque el juicio ya se dio.