Por David Uriarte  /

Decir lo que se piensa es prerrogativa natural en el humano, pensar lo que se dice, eso es otra cosa.

Las afirmaciones derivadas de la paranoia o las ideas delirantes, pueden estar salpicadas de retórica convincente, sin embargo, eso no garantiza certeza, validez o confiabilidad.

El discurso de un mentiroso, un paranoico, un esquizofrénico, un político; un ignorante, un comerciante, o un científico, puede ser vehemente, pero vacío de verdad, incluso puede esconder intensiones desconocidas para los que escuchan.

La libertad de expresión en el mundo, es un paisaje multicolor, un espectro que anida formas tan estrechas que ocluyen la libertad de verbalizar el pensamiento, hasta la expresión perversa que se escuda en dicho espectro.

Los paranoicos expresan sus verdades a través de la desconfianza y suspicacia intensa frente a los demás, tienen poca disposición a confiar debido al miedo injustificado a que la información se utilice maliciosamente en su contra.

El trastorno delirante, es un trastorno psicótico que se caracteriza por la presencia de una o más ideas delirantes sin que se produzca otra enfermedad mental, las personas que tienen trastornos delirantes están firmemente convencidas de cosas que no son realmente ciertas. La pregunta es ¿Cuántas personas enfermas se esconden en la libertad legítima de la expresión?

La línea divisoria entre la salud y la enfermedad mental, es borrosa, podemos escuchar discursos emotivos en labios de esquizofrénicos, se pueden escuchar juicios en personas paranoicas, establecer el diagnóstico entre enfermo y sano, es cuestión de ciencia, no de etiquetas.

Hay personas que afirman tener revelaciones, información valiosa por extraterrestres, premoniciones, contacto con divinidades, diálogo con ángeles, visitas de personas ya fallecidas, y una serie de experiencias de la psicología transpersonal.

Una cosa es estar equivocado y otra cosa es tener la libertad para expresar el equívoco con dolo, otra distinta es utilizar la libertad personal transgrediendo la integridad emocional de los demás, en fin, la libertad no debe confundirse, mucho menos separarse del terreno del respeto, la prudencia y la justicia.