Por David Uriarte / 

Es imposible que una figura como José Jaime Montes Salas pase desapercibido… Diputado federal con licencia de MORENA por el Distrito 02 de Ahome -convertido en el superdelegado- y para fines prácticos la mano que decide en MORENA Sinaloa, y la voz que representa al presidente Andrés Manuel López Obrador.

De ese tamaño es la responsabilidad y las prerrogativas operativas de Jaime Montes: un poder sin mucho ruido. Poco a poco se han ido acomodando las cosas de tinte político en Sinaloa, poco a poco han ido asimilando los partidos y los políticos cual es el rumbo de México y de Sinaloa en materia de políticas públicas; unos con gusto y otros con disgusto, pero no hay más opciones, como en su tiempo así también lo dictaba el todo poderoso PRI.

Es mejor un mal arreglo que un buen pleito, así lo han entendido algunos políticos inteligentes que buscan en Jaime Montes su respaldo o aprobación a ciertos proyectos personales que involucran a MORENA y su presente político.

A veces el silencio habla más que mil palabras, a veces el silencio es el grito de la seguridad de lo que se hace, este es el caso de Jaime Montes, un hombre convertido en la extensión del Presidente de México en Sinaloa. Por supuesto que la clase política lo sabe y quien lo desconoce, minimiza o subestima, paga el precio de la indiferencia o las consecuencias políticas que el caso requiere.

En plena campaña electoral, MORENA busca una sola cosa, conservar el poder. El poder de MORENA se divide en dos áreas: las representaciones en el legislativo, y el gobierno en el ejecutivo. Para fortalecer estas dos ramas del poder político, se necesita un operador que comunique e intercambie necesidades por soluciones, esta es la función del superdelegado.

Operar programas y proyectos requiere de inteligencia emocional, de rodearse de conocedores, expertos y técnicos que resuelvan y cumplan con las metas y objetivos de los programas sociales. Eso induce el cumplimiento de los proyectos políticos donde se requiere de cuadros que defiendan las políticas públicas, y con esto se cierra el círculo del poder. Es mejor el poder con poco ruido, que mucho ruido sin poder.