Por David Uriarte /

Cuando las cosas van de mal en peor, lo menos que necesita el que está en desgracia, es un estorbo, es decir, -si no me ayudas, no me estorbes-. Esto es precisamente lo que paso cuando el comandante de la Tercera Región Militar, Jesús Leana Ojeda, afirmo – “Queremos que sea lo más rápido posible, pero no depende de nosotros, depende de los grupos antagónicos, que ellos dejen de hacer su confrontación entre ellos y dejen la población en paz”, esto en respuesta a la pregunta de los medios sobre cuándo regresará la normalidad a Culiacán.

Una tras otra, desde el nueve de septiembre, la sociedad sinaloense se ha visto salpicada por los daños colaterales de los hechos delictivos focalizados en el municipio de Culiacán y sus alrededores, las imágenes de bloqueos carreteros, los ponchallantas, incendios de vehículos de carga para disuadir el paso por las vías principales de acceso, miedo y en algunos casos pánico entre los vecinos que son testigos de actos propias de las películas de acción.

Los que pensaban que vivir en una privada era lo máximo en materia de seguridad para sus familias, se dieron cuenta que basta unos segundos para ser invadidos en su privacidad, verse amenazados por la delincuencia organizada, y sólo quedarse con el susto y las imágenes captadas por sus cámaras de videovigilancia.

El tema de la incertidumbre por parte de los padres de familia que dudan en llevar a clases a sus hijos, es preocupante, por un lado, la seguridad de sus hijos, y, por otra parte, el aprendizaje ¿Qué tanto aprende un alumno víctima de miedo? Lo mismo pasa con los maestros ¿Cuál es la calidad de enseñanza de un profesor cuya emoción es el miedo? Esta dualidad garantiza un desastre educativo y un grito a la salud mental del alumno, el maestro y los padres.

No se necesita ser empresario o economista para darse cuenta de los estragos en la economía de la región, los perecederos, forman parte de las pérdidas de los comerciantes de los mercados de abasto, la cadena de suministro se interrumpe, se vuelve un desastre económico para clientes y proveedores, al final, comerciantes, empresarios y empleados sufren las consecuencias.

Los estragos económicos son evidentes en la industria restaurantera, el despido de empleados empieza a cobrar su factura, y con los anuncios de las autoridades: no me ayudes compadre.