Por David Uriarte / 

Dicen que la percepción construye la realidad; sin embargo, la percepción es la parte final de una serie de procesos psicoemocionales que se inician con la forma de pensar, seguida de la forma de sentir, para finalmente construir la percepción.

En un país como México, donde más de cien millones de personas piensan, lo primero que hay que acotar es que no todos piensan igual —aunque pueden pensar parecido—. Esta diferencia de pensamiento engendra, en sí misma, una forma distinta de sentir. Es decir, se pasa de lo cognitivo a lo emocional. Aquí es donde se construyen las diferencias que mantienen a una sociedad dispersa, separada, escindida, polarizada y en guerra psicoemocional.

Si alguien piensa diferente, se siente diferente; por lo tanto, percibe la misma realidad social, pero de forma distinta. Entonces se vienen las discusiones o los enfrentamientos estériles, en tanto no conducen a cambios significativos ni en el gobierno ni en la sociedad.

Quien delinque parte de su forma de pensar, justifica su manera de ser o de actuar porque percibe el mundo a su manera. Los significados tienen que ver con su crianza, con su formación, con sus sentimientos y con su percepción de la vida —y de su vida—.

Quien busca un mundo de paz, tranquilo, seguro, apto para la crianza y el desarrollo familiar, piensa primero en su vida y en sus seres queridos. Siente un compromiso personal con sus aspiraciones y se percibe a sí mismo como el responsable de la tranquilidad social.

Los delincuentes, al pensar de forma parecida porque buscan lo mismo —poder y dinero—, sienten los mismos impulsos o deseos de preservación de su vida, incluso a costa de privar precisamente de la vida a sus rivales. De esta manera, materializan una guerra sin sentido, pero con resultados más que catastróficos.

Quien piensa que todo está bien y se siente seguro, construye una percepción distinta a la de quienes piensan que las cosas no están tan bien, y se sienten con miedo, ansiosos, desesperados, con una dosis de pánico o estrés postraumático. Estas personas no pueden construir una percepción de bienestar social; su percepción es de inseguridad, muy distinta a la de los famosos generadores de violencia.

La parte institucional, por defecto, no asume la realidad como tal. Es decir, no vende ni comparte la idea de inseguridad; dosifica el concepto o término de violencia y busca la forma de construir una percepción social distinta.