Por David Uriarte /
La mente criminal cubre un espectro amplio, desde la privación de la vida de manera específica, cuando va directamente sobre su objetivo, hasta los daños colaterales cuando atenta de manera indiscriminada contra todos los que se le atraviesan en el camino de la acción delictiva.
No se justifica, pero se entiende que el sicariato cobre sus facturas como parte de su estrategia para conservar el poder y el control de sus intereses. La sociedad observa, con un toque de sorpresa, lo que pasa entre las bandas delictivas. Sabe de antemano que la cuota de sangre se vuelve obligada entre ellos; lo que no puede asimilar son los hechos donde las víctimas colaterales aparecen como parte del saldo de sus rencillas, mucho menos que parte de este saldo sean niños: inocentes que no logran comprender qué está pasando a su alrededor.
Nadie debería morir bajo el fuego de las balas asesinas. Nadie. Menos aún, mucho menos, los inocentes cuyo trauma psicológico los marcará para toda la vida si no reciben atención, apoyo y tratamiento emocional.
La orfandad encierra en sí misma un trauma para quienes se les despoja de las figuras paternas. Sin embargo, el trauma se acentúa cuando la forma de perder la vida es violenta. No es lo mismo cuando se le pregunta al huérfano: ¿cómo perdió la vida tu papá o tu mamá? Perder al padre o a la madre por una enfermedad implica un duelo distinto a perderlos de forma violenta.
Tarde o temprano, los pequeños que perdieron al padre o la madre en condiciones traumáticas enfrentarán emociones que deberán trabajar por su salud mental y social. ¿Cuántos de los criminales son producto de lo mismo? Es decir, ¿cuántos delincuentes llevan en su sangre el virus del resentimiento por haber perdido a sus padres de la misma manera o de forma parecida?
El delincuente anida en su mente carencias, generalmente carencias afectivas: emociones transformadas en impulsos de muerte. A veces, inconscientemente, lo que busca el delincuente es la muerte; sus acciones son la justificación de su autoinmolación.
Mucho hay que estudiar de la conducta delictiva. Lo que no tiene reducto de estudio o entendimiento es la muerte violenta de los inocentes, tampoco la condena a sufrir el trauma del estrés postraumático, que puede acompañar al niño hasta su muerte si no es tratado adecuada y oportunamente.
Delincuencia desbordada, extremo de la violencia.