Desde el punto de vista psiquiátrico, neurológico y psicopatológico, es relativamente fácil entender los daños en la corteza prefrontal, asiento de la conducta impulsiva, sociopática y dañina. La parte clínica es una cosa, y la parte sociopolítica es otra.
La parte clínica se encarga de los diagnósticos, tratamientos y rehabilitación (cuando se puede) de las personas con trastornos del control de los impulsos, del juicio y de las conductas violentas, siempre y cuando la conciencia y la honestidad del enfermo le permitan aceptar su realidad y buscar ayuda.
Los inconscientes, aquellos que siguen pensando que son muy valientes, que no tienen miedo, que “el que se las hace, se las paga”, o bien aquellos que están al servicio de mentes cuyo grado de maldad toca el terreno de la venganza, o simplemente buscan quitar del camino a la competencia o dar avisos de su poderío utilizando mano de obra “barata”, como si fuera un programa asocial del gobierno.
La mano de obra de la delincuencia representa sus brazos ejecutores: los sicarios, que, por cierto, en su gran mayoría, son adolescentes y jóvenes con edades que fluctúan entre los quince y los treinta años. En esta franja se concentra la mayoría, edades en las que los niveles de testosterona y agresividad son mayores, y donde la vida en pareja aún no da lugar a la paternidad. Cuando llegan los hijos, a veces las cosas cambian: algunos padres se convencen de dejar el camino de la delincuencia para tomar el camino del trabajo honrado, aunque eventualmente con ingresos menores, pero con mucho menor riesgo de perder la vida o la libertad.
Una forma lógica de disminuir los actos delictivos —específicamente los derivados de la portación de armas de fuego de uso exclusivo de las fuerzas armadas— es evitar su adquisición. Eso es prácticamente imposible. La otra forma es evitar la conducta delictiva llamada homicidio, lo cual también es difícil. ¿Entonces, qué le queda al gobierno y qué le espera a la sociedad?
Si de interpretación se trata, ¿qué lectura se le puede dar a la provocación evidente cuando viene el gabinete de seguridad a sesionar a Culiacán y, simultáneamente, se disparan las conductas homicidas? ¿Cuál y para quién es el mensaje? Si es que se le puede llamar “mensaje” a la conducta sociopática que humedece de sangre y desgracia la tierra sinaloense.
Son muchas las interpretaciones que se pueden hacer, pero ninguna interpretación soluciona el problema.