Por David Uriarte /
La recomendación para las personas molestas, enojadas, gruñonas o de mal humor es salir y ayudar a alguien. Está demostrado desde la ciencia que la conducta bondadosa produce bienestar.
Martin Seligman (psicólogo y escritor estadounidense, conocido principalmente por sus experimentos sobre la indefensión aprendida y su relación con la depresión; en los últimos años también por su trabajo e influencia en el campo de la psicología positiva) tiene un tratado de psicología positiva, un estudio más allá de la felicidad como tal.
La bondad sanadora se deriva de entendimientos proverbiales como la capacidad de ser amado. Aterrizando el ejemplo a lo terrenal y cotidiano, la presunción de conocer a muchas personas es diferente a confiar, saber y estar seguros de la respuesta del otro. Cuando lo que media es la amistad envuelta en bondad, no importa la hora de la noche o la madrugada; lo que importa es la seguridad de poder contar tus problemas y recibir una escucha activa, una respuesta bondadosa desde el momento en que el otro levanta el teléfono sabiendo de quién se trata. Esa es la bondad sanadora.
La soledad es un estado incapacitante: remar en el río de la incertidumbre con el miedo a no encontrar una mano bondadosa. Esto promueve la búsqueda de relaciones interpersonales, el saludo coloquial o protocolario, las amistades superficiales e interesadas, o simplemente la capacidad de ver a los ojos y saludar con una sonrisa. La soledad puede ser la antesala de la muerte o la motivación para practicar la bondad sanadora en búsqueda del bienestar.
Las relaciones positivas construyen en sí mismas el camino de la bondad. No puede haber espacio para el egoísmo cuando lo que se busca es lo mismo: el bienestar. La socialización es una forma de adaptación entre iguales; la bondad, una forma de ayuda circular, un efecto bumerán de la conducta, una manera civilizada de crecer en medio de la incertidumbre que producen la soledad, la envidia y el egoísmo.
Practicar la bondad es un ejercicio que fortalece el músculo de las relaciones positivas que, a su vez, produce bienestar, una sensación mucho más suprema que la felicidad. La generosidad es una cualidad del ser humano que se ha despojado de las miserias propias del egoísmo. Florecer como persona resulta imposible sin el cultivo de las relaciones positivas.














