Por David Uriarte /

El 23 de marzo de 1994, la muerte del candidato a la presidencia de México impactó a la sociedad de tal manera que parecía un imposible: ¿cómo pueden asesinar al hombre cuidado y protegido por el Ejército? El general encargado de la seguridad de Luis Donaldo Colosio era el general Domiro Roberto García Reyes. Desde entonces, las preguntas siguen sin respuesta y las respuestas no corresponden a las preguntas.

El 1 de noviembre de 2025, el asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, Michoacán, deja a un pueblo enardecido. Nuevamente, más preguntas que respuestas. De bote pronto, el gabinete de seguridad, encabezado por García Harfuch, se reúne y hace un pronunciamiento donde se resume que el crimen no quedará impune.

Nuevamente surge la asociación maliciosa de dos cercos de seguridad: el primero, por agentes de la policía municipal, personal de confianza de Carlos Manzo; el segundo, por personal de la Guardia Nacional, según información proporcionada por el secretario de Seguridad. Dos cercos de seguridad personal no pudieron contener, prever, anticipar ni detener, antes del homicidio, a los “generadores de violencia”. Entonces, ¿cuál es su función?

En resumen, se puede observar que la delincuencia organizada está más preparada para lograr su objetivo, sabiendo que su contención, en todo caso, será después de perpetrar los hechos delictivos. Esto fue lo que ocurrió en el asesinato de Luis Donaldo Colosio en Tijuana, y ahora con Carlos Manzo en Uruapan, Michoacán.

En el caso de Colosio, el presidente Carlos Salinas de Gortari asistió al funeral sin más sobresaltos que los propios de un asesinato inimaginable. En el caso del velorio de Carlos Manzo, el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla fue “abucheado” y corrido. Esto parece ser el principio de algo que no tendrá buen final en Michoacán.

En cualquier mente se despliegan las preguntas: ¿quién sigue?, ¿cuántos más?, ¿habrá alguien que ponga en su lugar a la delincuencia? Preguntas impregnadas de indignación social; respuestas llenas de optimismo, de tecnicismos, justificaciones y promesas. Discursos válidos, pero carentes de certeza. Familias destrozadas, hombres y mujeres valientes que han dejado literalmente su vida en el camino de la lucha por un México mejor, seguro y digno.

De Colosio a Carlos Manzo, la delincuencia tiene en los gobernantes la mira puesta. Van por todo: plata o plomo.