Por David Uriarte / 

Las personas llegan a saturarse de emociones y sentimientos negativos, de frustraciones y sufrimientos que agotan la razón. La mente busca un escape, una solución o, por lo menos, un refugio; ese refugio puede ser el silencio.

Una sociedad repleta de información catastrófica, redes sociales inundadas de notas rojas, información y desinformación —la mayor parte con un toque de decepción social— no es lo esperado. Mientras la esperanza de vida se alarga para los humanos, la calidad de vida en ciertos lugares del mundo se vuelve la antesala del infierno, del dolor y del sufrimiento.

Los países en guerra saben lo que es vivir a la escucha del sonido que anuncia destrucción; los países o ciudades asentados en fallas geológicas saben lo que implica la alarma sísmica, y los lugares donde la vida no vale nada, o vale poco para la delincuencia, saben lo que significa el sonido de una ráfaga de arma larga.

La defensa de una sociedad inerme es levantar la voz, inconformarse, decir, señalar, reclamar, pedir justicia, clemencia, buscar los caminos teóricos de la paz, alejarse de los espacios reclamados por la delincuencia, alejarse de la ciudad o de los lugares donde la violencia se ha condensado; aunque, a veces, el silencio se transforma en el mejor refugio social.

Personas, familias y gran parte de la sociedad agraviada, con miedo o tocadas por la desgracia de los tiempos difíciles —aquellas familias víctimas de la delincuencia, donde uno o más de sus integrantes han sido privados de la vida por las balas asesinas—, se alejan de la geografía violenta o se esconden en el búnker del silencio. Esperan mejores tiempos, mejores condiciones o mejores gobiernos.

La inteligencia humana resuelve los conflictos por la vía más corta; evita enfrentarse a desgastes innecesarios. Cuando percibe la asimetría entre la realidad y sus necesidades, opta por la opción menos dolorosa. Sabe que la confrontación representa gasto de energía y tiempo. Cuando comprende que su vida y la de los suyos está en riesgo, entiende que el silencio es el mejor refugio. Espera mejores tiempos, espera la debilidad o la confianza del enemigo.

Tratándose de regímenes políticos, sabe que la gracia o la desgracia duran, en promedio, seis años. El campo donde habrán de dirimirse las diferencias serán las urnas. Muchas personas esperan salir del refugio del silencio hacia las urnas de la oportunidad.