Una cosa lleva a la otra. Este apotegma describe de manera clara y precisa el efecto de una sociedad convulsa en poco más de un año. La violencia y sus consecuencias mantienen al comercio en general deprimido. Instituciones de gobierno como el IMSS también resienten la crisis: por un lado, no hay alta de nuevos empleados; por otro, los empresarios han dado de baja a miles de ellos.

El resultado de este fenómeno, atribuible a la violencia, se traduce en miedo: miedo de las familias víctimas de la desaparición de sus seres queridos; miedo de quienes han perdido a un familiar por homicidio; miedo de muchos trabajadores a salir a la calle y ser víctimas colaterales; miedo, incluso, de muchos policías que se preguntan: ¿Y a nosotros, quién nos cuida?

El miedo es una constante en gran parte de la población. Algunos, con recursos, y otros, sin ellos, intentan salir del epicentro de la violencia; buscan cuáles son los municipios con menor índice delictivo para trasladar su domicilio, de forma temporal o definitiva, a esos lugares.

Las actividades empresariales, económicas o productivas han tenido una disminución significativa. No solo se trata de la caída en los ingresos, sino también de la salida o baja de empleados que, ante la incertidumbre laboral, se suman al comercio informal, generando otro tipo de problema socioeconómico.

Todas, o casi todas, las actividades han sufrido repercusiones económicas, excepto la burocracia. Ellos tienen asegurado su salario y sus prestaciones, pase lo que pase. Las agencias de automóviles atraviesan un mal momento, al igual que los notarios públicos.

Los servicios notariales han experimentado una tendencia a la baja incluso desde antes de julio del año pasado, cuando inició la crisis. Es cierto que hay excepciones, pero en su mayoría, las oficinas notariales lucen entre vacías y medio vacías.

La compra y venta de inmuebles se mantiene estancada. Algunas empresas de bienes raíces han optado por cerrar, migrando al modelo virtual para reducir gastos operativos. Estas empresas son, de alguna manera, fuente de trabajo para el sector notarial. Pero, como ya se dijo, una cosa lleva a la otra: si no hay quien compre, o si el comprador tiene miedo, o si decidió irse a otro estado o país, la actividad notarial seguirá, en su mayoría, deprimida.

Veremos qué sucede en el mes del testamento, cuando se supone debe haber mayor actividad notarial.