Por David Uriarte /

El 21 de septiembre, fecha establecida por Alzheimer’s Disease International (ADI) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1994, tiene como objetivo aumentar la conciencia sobre esta enfermedad neurodegenerativa, informar sobre su impacto en los pacientes y cuidadores, y promover la investigación y el apoyo para encontrar una cura y tratamientos efectivos.

El que no se ha infartado no tiene idea de lo que significa estar a unos minutos de perder la vida si no recibe tratamiento. Lo mismo pasa con quienes, al estar sanos, no toman conciencia de lo que representa ser diabético, hipertenso o terminar en una sala de quirófano para ser operado de una rodilla que lo dejará, de momento, convaleciente y fuera de circulación en muchos sentidos.

La conciencia es el primer elemento para poder tomar cartas en cualquier asunto. Las enfermedades neurodegenerativas, como la demencia tipo Alzheimer, tienen implicaciones de todo tipo. Lo primero que sucede es la presencia de signos prácticamente imperceptibles, sutiles, signos que le pueden pasar a cualquier persona; por eso no llaman la atención. Es la suma o persistencia de los signos en el tiempo lo que hace que los familiares se den cuenta de la enfermedad.

Del brillo a la oscuridad mental: ese es el camino de la demencia. La incomprensión de la familia es el acompañante frecuente. Creer que el enfermo finge o simplemente abandonarlo son las sinergias negativas que eventualmente enfrenta.

Perder la identidad no es cosa menor cuando se habla de la vida. Terminar sin saber quién es y quién fue la persona es el destino del enfermo. Son muchas las aristas implicadas en la demencia.

La parte legal y la de los cuidadores saltan a la vista. Si el enfermo tiene o cuenta con bienes, la precocidad de algunos de sus familiares detona los problemas entre ellos. Mientras algunos piensan en el enfermo y su enfermedad, otros piensan en el beneficio que pueden heredar u obtener como consecuencia de la certidumbre del destino del enfermo.

Las investigaciones apuntan en buena dirección. Sin embargo, el diagnóstico oportuno, el tratamiento adecuado y el acompañamiento amoroso son lo que mejora la calidad de vida del enfermo.

El que quiera llegar a tener cien años con lucidez debe tener conciencia de que existe una enfermedad que se llama demencia tipo Alzheimer.

El olvido, a veces, es el mejor refugio.