Por David Uriarte /

Sin duda, la confianza es el mejor vínculo cuando de relaciones humanas se trata, incluyendo por supuesto las relaciones políticas. Las mejores piezas del ajedrez político siempre tendrán un toque de confianza, incluso más que de técnico.

¿En quién confía AMLO? El nuevo gabinete presidencial lo revela de cuerpo entero, pero además no todos los de su confianza ocuparán necesariamente cargo público. El ejercicio del poder piramidal se tendrá que aplicar para vigilar a los 2 mil 458 municipios del país, habrá un equipo apagafuegos de reacción inmediata que acudan a enmendarle la plana a los presidentes municipales, tal es el caso de Culiacán donde un diputado federal le dijo al alcalde: “Ayúdanos, cabrón, incorpora a todo mundo”, al referirse a los huelguistas apostados a la entrada del H. Ayuntamiento la semana pasada.

Los apagafuegos tienen como característica principal el vínculo de confianza con AMLO, son en una palabra los ojos y los oídos del nuevo titular del Ejecutivo federal.

Por otra parte, en la curva de aprendizaje de los menesteres políticos y administrativos de los nuevos Presidentes Municipales en todo México, las actitudes soberbias, prepotentes, anarquistas o retrógradas no le abonan al nuevo proyecto de nación. Es cierto que el municipio es una entidad autónoma política y administrativamente, pero también lo es la dependencia política de su administrador, es decir, no se manda solo y no se puede confundir autonomía con autocracia.

La idea plenipotenciaria solo cabe en la mente de un necesitado de poder, así lo han demostrado muchos alcaldes desde 1519 cuando se fundó en México el primer municipio de la Villa Rica de la Vera Cruz, por Hernán Cortés.

Se aprende con los golpes del oficio, a tal grado de moldear lo más difícil del ser humano: el ego.

La necesidad de reconocimiento es un dato importante cuando de vacíos existenciales se trata. Las figuras paternas se translucen en el camino de la vida a través de figuras de autoridad, esas figuras representativas que recuerdan el trato firme de quien se anima decirte “Haz esto, cabrón”.

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