Por David Uriarte /

Todas las culturas tienden a expandirse, a contaminar, a ser repetidas; sin esto, la cultura se extingue.

La cultura del narcotráfico en Sinaloa, al margen de cuándo y cual sea su origen, se asentó de manera evidente en la segunda mitad del siglo pasado, Pedro Avilés Pérez, “El León de la Sierra”, asesinado el 15 de septiembre de 1978, en Culiacán, fue origen visible de la historia del narcotráfico.

Después, aparecieron nombres, corridos, historias, fabulas, muertos, masacres, detenidos, sin faltar la asociación de lujos, mujeres, fiestas, extravagancias, exquisiteces, excentricidades, y poder en todos los sentidos, sin dejar de reconocer la semilla de la corrupción como parte del negocio y las ganancias.

Los límites entre la cultura del narcotráfico y la cultura del trabajo lícito tienen linderos o intersticios sobrepuestos o imbricados, el taquero, el vendedor ambulante, los restaurantes gourmet; las plazas comerciales, grupos musicales, industria aeroespacial, hoteles; joyerías, agencias automotrices, bienes raíces en general, y una serie de comercios, industrias, y servicios; atienden clientes con poder adquisitivo extraordinario. Ellos marcan el sobreprecio de los productos y servicios dejando en desventaja al consumidor común, ésta es parte de la cultura del narcotráfico.

La contaminación cultural tiene flancos o aristas de todo tipo, una sociedad contaminada por la cultura de la lectura, la solidaridad, el trabajo digno, la honestidad, el respeto, la academia, el estudio, la limpieza, el orden, la disciplina, la prudencia, la justicia y la tolerancia… es una sociedad segura, digna de vivir en ella, de recomendarla como ejemplo para las próximas generaciones.

La cultura de lo fácil termina contaminando a las personalidades antisociales y a las mentes sociopáticas, la inteligencia la dirigen a conductas delictivas, brincando la escala de valores y principios fundamentales para una sana convivencia y una sociedad en paz.

El precio de una sociedad que navega con remanentes culturales sociopáticos, tarde o temprano se convierte en víctima de sus acciones, ni todo el poder ni todo el dinero le alcanza para revivir a sus familiares o amigos muertos en la trifulca, producto de la descomposición social ante una cultura cuya contaminación extingue la paz, la seguridad, la esperanza y hasta la vida de inocentes.

Contaminarse con el virus del dinero fácil es presagio mortal.