Por David Uriarte /
Los mejores deseos para mujeres y hombres que, por alguna circunstancia, decidieron estudiar una de las profesiones más solicitadas por la humanidad. ¿Quién no necesita un médico? Solo aquellas personas aisladas de la civilización recurren a las tradiciones; sus especialistas médicos son la experiencia de sus pares cuando son adultos, y los niños corren con la suerte de un sistema inmune fuerte, más los cuidados maternos intuitivos.
La salud, después de la vida, es lo más preciado que tiene cualquier persona. Su cuidado depende de cada quien; sin embargo, cuando la salud se deteriora, aparecen los profesionales de la salud: hombres y mujeres capacitados para diagnosticar, tratar o derivar a los enfermos. No todo es atender a un enfermo; lo importante es lograr restablecer la salud.
La eficacia de los médicos se mide bajo dos variables: habilidad y vocación. No todo es aprobar un examen, dominar un robot quirúrgico o ser experto en ciertas técnicas diagnósticas. Si bien es cierto que la habilidad es importante para un buen desempeño profesional, también lo es que debe ir acompañada de otro ingrediente llamado vocación de servicio.
La vocación de servicio es la pasión por lo que se hace, el compromiso que asume el profesional consigo mismo por las tareas inherentes a la elección de su desempeño. El personal médico sin vocación es como un robot: su confiabilidad puede ser muy alta, pero su frialdad frente a la empatía también lo es.
La empatía no es hacerle al simpático; es entender los posibles desvaríos cognitivos del paciente y la profundidad del impacto emocional al saber que ha perdido su salud. Si la empatía es la aceptación incondicional del otro, entonces no existe reducto de controversia con el paciente. Los datos, la información, la educación, la consejería o el tratamiento adecuado y oportuno serán la vía que fortalezca la relación médico-paciente.
El médico no es un dios, pero, en una lógica reduccionista, Dios se encarga de la vida; los médicos, de la salud; los abogados, de la libertad; y los maestros, de la educación. Es decir, cada profesional con su rol.
¿Qué prefieres? ¿Un médico con habilidad y mucho conocimiento, pero sin vocación, o un médico con vocación, empático, con espíritu de servicio, pero limitado en conocimiento y habilidades?
Felicidades a todos los médicos hoy en su día.
Si regresara el tiempo, ¿volverías a ser médico?