Por David Uriarte /
El 22 de julio se conmemora el Día Mundial del Cerebro, bajo el lema “Salud cerebral para todas las edades”.
A veces damos por hecho que la vida y el destino personal tienen que ver con la suerte, el dinero, la genética, la pareja, los hijos, la familia, el trabajo, o los amigos. La felicidad para muchos o el bienestar para otros, depende del órgano más importante: el cerebro.
El cerebro es territorio de muchas áreas profesionales de estudio, la neurología, la psiquiatría, y la psicología, antes de analizar lo relativo a la importancia del cerebro para la felicidad, hay que dejar muy claro que -no hay mente sin cerebro-.
Cuando el funcionamiento del cerebro se descompone, en principio el neurólogo debe hacer el diagnóstico diferencial. Si la función se altera por la presencia de un tumor, el neurocirujano es el indicado, pero si son los significados de las enfermedades o de las condiciones de vida, el psiquiatra debe entrar en acción; dejando para el campo de la psicología, los aprendizajes, re aprendizajes, y desaprendizajes de la persona que sufre por lo que le pasa, lo que se imagina, lo que percibe, o lo que existe.
La diferencia entre la felicidad y el sufrimiento es un cerebro sano o enfermo. Cerebro enfermo no significa necesariamente un tumor o una enfermedad degenerativa, significa un cerebro cuyo desarrollo y madurez no logran tener el juicio necesario para vivir o sobrevivir a las inclemencias emocionales de la vida personal.
El cerebro sano no es el más reactivo, el cerebro sano es aquel que cumple con las funciones de la adaptación social, aquel que cultiva y promueve las relaciones interpersonales sanas o funcionales. Un cerebro sano se mide por los resultados en la vida de relación, claro, también se mide la parte cognitiva, el control de los impulsos y el control de las emociones.
La adaptación social implica un cerebro flexivo, cuya inteligencia cultive las herramientas suficientes para la adaptación y la negociación con los demás, no se trata de buscar la felicidad por la vía de la razón, se trata de disfrutar la vida sin eclipsar las de los demás poniendo a prueba la tan llevada y traída empatía.
Imperios, familias, fortunas, e ilusiones, se han derrumbado por un cerebro enfermo que sigue pensando en la razón como medio para lograr la felicidad.
El cerebro sano es aquel donde la organización, la anticipación, la planificación, la memoria de trabajo, la flexibilidad mental, la autorregulación, la inhibición y el control de la conducta, promueven la felicidad individual y colectiva.