Por David Uriarte /
La desgracia generada por el huracán “Otis” en Guerrero, es una lección de la incertidumbre de un fenómeno meteorológico que puede pasar de ser una bendición a una maldición.
Es una ‘bendición’ cuando llena las presas y derrama abundancia a la agricultura y en consecuencia a la alimentación; es una ‘maldición’ cuando su furia se direcciona a la mancha poblacional causando destrozos, miseria y hambruna.
Los políticos son una bendición cuando ayudan a mejorar la calidad de vida de la población que representan o gobiernan, cuando contribuyen al clima de paz y seguridad social, cuando promueven políticas públicas para mejorar los sistemas de salud pública, de educación, y hacen todo lo posible por contener la inflación promoviendo una economía sana.
Cuando la sociedad recibe los vientos frescos de una economía floreciente, percibe y construye una sensación de seguridad al transitar por la calle, recorrer los caminos rurales, o entrar a un cajero automático.
Cuando duerme tranquila sabiendo que el alcance y cobertura del sistema de salud pública le garantiza la preservación de su salud desde los esquemas preventivos como la vacunación, hasta los correctivos como la hospitalización y los tratamientos para enfermedades catastróficas como el cáncer o las enfermedades renales crónicas.
Esta brisa de seguridad convierte al gobernante en un político que será recordado por su honestidad, capacidad de gestión, y congruencia con los principios de la democracia.
Sin embargo, cuando las políticas públicas se comportan de manera errática, dejando a su paso destrucción de las esperanzas sociales, dejando incomunicados a la sociedad con su gobierno, luchando por la sobrevivencia, carentes de lo indispensable para vivir en un primer mundo, o aún más, señalados o estigmatizados de ‘aspiracionistas’ por querer vivir bien… en ese momento, ese o esos políticos se convierten en los OTIS de las políticas públicas.
Los políticos OTIS arrasan con todo dejando a su paso miseria, serán recordados por generaciones como los mayores depredadores de las esperanzas sociales.
El tiempo de huracanes ya llegó a México, sólo hay que tener cuidado, identificarlos de manera temprana, protegerse, y rogar porque tengan un comportamiento benévolo y dejen en la población un roció fresco de salud en todos los sentidos; más catástrofes NO.