Por David Uriarte /

Las universidades públicas en general, y la UAS en particular, representan mucho más que un recinto que alberga miles de estudiantes, o un patrón que mantiene a miles de trabajadores, representa la voluntad y la confianza del pueblo para depositar en ellas lo más preciado: sus hijos.

Las universidades terminan siendo la segunda casa de los hijos, un lugar donde crecen literalmente en todas las áreas de la vida, en la física, emocional e intelectual, las universidades públicas son la esperanza de las familias que piensan en grande y se enfrentan a una realidad evidente: los costos de la educación privada.

El conocimiento es único, las vías de acceso diversas, mientras las universidades de prestigio mundial como la de Harvard, o las costosas en México como el Tecnológico de Monterrey, mantienen el interés de muchas familias; las de escasos recursos terminan optando por las universidades públicas como el caso de la UAS o la UAdeO en Sinaloa.

La educación sigue siendo una opción viable para construir el bienestar social, los índices de desarrollo humano se miden considerando la seguridad, la salud, la educación y la economía; en las cuatro variables se relaciona el conocimiento como herramienta para construir un futuro social inmediato lleno de bienestar.

Las universidades públicas y privadas son representadas por sus rectores, las rectorías tienen en sus manos la diversidad de pensamiento en sus alumnos, sus profesores, sus empleados administrativos y su personal de confianza, son los administradores de la esperanza de los padres de familia y de la sociedad que espera más que un título universitario, una formación integral de los alumnos.

El peso de los rectores es mucho más que una representación como tal, son actores importantes en los equilibrios sociales y de gobernabilidad, son los que tienen en sus manos el timón de los impulsos juveniles, son los que pueden atemperar las emociones propias de jóvenes y adolescentes cuya tormenta hormonal los mantienen siempre al borde de la acción.

El peso de los rectores como instrumento de paz social tiene una importancia a veces subestimada, la historia revela el precio de sangre que ha pagado la sociedad en distintos momentos por motivaciones políticas que no abonan a la armonía de la sociedad.

El peso político de los rectores se valora en la desestabilidad social.