Por David Uriarte /

Poner a trabajar las neuronas del cerebro en procesos de aprendizajes nuevos, donde se incorporen nuevos conocimientos, pero, sobre todo, promoviendo la capacidad de abstracción de la persona, es la ruta del desarrollo personal.

Reducir el conocimiento a los impulsos e instintos de sobrevivencia es competir con los animales irracionales, quedarse o regresarse a la era paleolítica, negarse a convivir con la esencia humana, donde la construcción de valores incluye, como primera piedra del cimiento, la prudencia; seguida de la justicia y, en consecuencia, el respeto y la empatía.

Se necesita tener una conciencia vacía para dar espacio a la mezcla del odio con la intolerancia; se necesita un cerebro cuya ignorancia esté enriquecida con la gratificación inmediata, con la obtención del deseo, como un niño malcriado acostumbrado a obtener lo que quiere sin importar los derechos de los demás.

Datos, información y conocimiento es la ruta del desarrollo humano. No todo termina con saber o conocer: termina con la aplicación del conocimiento y sus consecuencias personales y sociales.

Construir un escenario donde la conciencia de los actos o la conducta represente el primer espacio entre lo que se piensa y se hace, es una señal de evolución personal. Pensar una y otra vez las consecuencias de las instrucciones o los hechos es muestra de una mente evolucionada; actuar por instinto o impulso es muestra del salvajismo primitivo.

Lo que mantiene a una sociedad inmersa en la paz y la seguridad no son los grados académicos de sus habitantes: es la salud mental que anida el respeto como principal vaso comunicante entre sus impulsos y su conducta. Si no existe fluido suficiente de respeto entre el impulso y la conducta, la razón y el arrepentimiento están ausentes; por eso se repiten las conductas sociopáticas o del sicariato.

Miles de años ha costado construir una sociedad cuya humanización sea la base del respeto a los derechos humanos. Todo indica un retroceso cuando, en franca regresión a la Edad de Piedra, empiezan a matarse unos a otros; donde el respeto a la vida no existe, donde el poder se mide por la capacidad de exterminio y la cantidad de dinero como un medio para lograr sus fines.

Los remansos de paz contienen seres humanos que respiran y exhalan respeto. Los de la era de piedra respiran y exhalan odio y muerte. Buscan poder. No conocen el respeto.