Por David Uriarte /

El hermetismo de algunos actores políticos grita su alegría y los pinta como verdaderos artistas del secreto, la confianza, y la lealtad a la palabra.

Moisés Aarón Rivas Loaiza muestra su lado fuerte al mantenerse al margen de noticias espectaculares y declaraciones triunfalistas, ese silencio preocupa a más de uno de los que pudieran ser sus competidores partidistas, y a más de uno de los que pudieran ser sus contrincantes o adversarios en la justa electoral por la presidencia municipal.

Otra lisa enjabonada o escurridiza es el titular de la Secretaría de Educación Pública y Cultura, Juan Alfonso Mejía López -siempre con una sonrisa maliciosa- tratando de conectar el cerebro con la lengua, con un grado de desconfianza, siempre olfateando el escenario y cuidando su desempeño y compromiso con el titular del ejecutivo en Sinaloa.

Es posible que estos políticos silenciosos ya traigan camino andado, tengan sus planes bien definidos, incluso previsto su equipo de campaña incluyendo su lema.

En estos casos aplica el adagio “del plato a la boca se cae la sopa”, por eso, su silencio y desaparición de los escenarios públicos; saben que esto de alguna manera obedece a otra sentencia “la gloria no es del que corre o del que grita, sino del que Dios tiene misericordia”, por eso, esperan que la mano misericordiosa del que decide los unja, los proteja y los apunte en la lista.

Los acelerados ya mostraron su capital político, los belicosos ya gritaron sus consignas, los empoderados ya gastaron dinero, los ingenuos ya pidieron prestado, y los desesperados preparan su trapecio para brincar de una pista a otra pista, total el circo ya está montado.

Los que ya aseguraron un lugar y orden en el ring de la política electoral, sólo esperan la campanada para demostrar sus habilidades; los silenciosos todos los días hacen “sombra”, se preparan para la pelea estelar en búsqueda de que les levanten la mano y les pongan la silla.

Estos dos silenciosos algo traen en las ‘alforjas’ del compromiso político, total, si no se dan las cosas, por lo menos no se desgastaron en rabietas y confrontaciones estériles. Hay otros tantos silenciosos que también pueden ser.