Por David Uriarte /
En siete décadas, el corporativismo del PRI aseguró con mucho el famoso ‘carro completo’, incluso, llegó a tener candidatos sin oposición donde la elección era puro trámite, si a las cosas hay que llamarles por su nombre, en ese tiempo, el PRI era el MORENA de hoy, un partido totipotencial, omnipresente, una suerte de juez y parte, el poder detrás del trono, los actos de gobierno estaban supervisados o avalados por el poder partidista.
En ese tiempo, hablar del PRI, era hablar de todos los sindicatos… sindicatos poderosos por el número de afiliados, por las prerrogativas que favorecían a los líderes sindicales más que a sus afiliados. Los famosos sectores del PRI, eran las bodegas de militantes, estratificados por sexo, edad, y actividad, así se aseguraban las cuotas de jóvenes, de mujeres, de empresarios, de taxistas, de trabajadores de la construcción, de la música, de las mas distintas y diversas actividades donde la mayoría de edad aseguraba un voto en la urna.
El corporativismo era otra cosa, era la garantía del grito y el coro seguro en actos de campaña o giras de trabajo del presidente o cualquier secretario de gabinete, ese era el PRI del siglo pasado, la carga genética del nuevo partido en el poder.
En tiempos de la Revolución, el grado militar se otorgaba en función del liderazgo, es decir, cuanta gente traes, si la persona decía, traigo quinientas personas a mis órdenes, entonces se le asignaba una dos o tres estrellas dependiendo el caso, era el liderazgo lo que se premiaba, así lo hacía también el PRI, dependiendo del número de sindicalizados, el líder tenía un lugar en cualquiera de las cámaras, eran posiciones aseguradas para el gremio de maestros, de médicos, de petroleros, e industriales, en fin, las cuotas del poder y el corporativismo, la única condición: el voto.
A estas alturas, es posible y probable que el partido en el poder empiece con la credencialización como primer paso y después la afiliación como antesala de un ahorro asegurado para cuando se presenten las elecciones presidenciales.
A los liderazgos sindicales primero los desactivaron con amenazas carcelarias, después, tomaron el control gremial, y hoy pueden ser el brazo que cierre la puerta del próximo triunfo electoral, la planeación es necesaria cuando de éxito partidista se trata.
El voto corporativo y gremial sigue siendo un plato con carnita para las elecciones.