Por David Uriarte /
Al final casi todo es matemático, incluyendo la vacuna contra el coronavirus. Todo empieza con el tamaño de la población objetivo, el costo de la vacuna, el personal médico y paramédico; los administrativos, los de logística, los técnicos especialistas en red de frio, en fin… Los números se traducen en dinero, dinero que sale del bolsillo de los contribuyentes, es decir, nada es gratis, el gobierno no aporta el dinero, el gobierno administra el dinero de los que pagamos impuestos.
La sociedad vive la pandemia del virus, la pandemia del miedo, la pandemia de la desinformación y la pandemia de la esperanza.
La pandemia del virus es una realidad cuyo costo no tiene comparativo, sino, preguntémosle a quien ya perdió uno o más de sus seres queridos víctima de la enfermedad.
La pandemia del miedo es igual de mortífera que la del virus, te mantienen agónico, alerta, insomne, ansioso, agitado, irritado, temeroso, con ensoñaciones terroríficas, a veces depresivo, triste, anhedónico, y obsesivo por la salud.
La pandemia de la desinformación aporta otro ingrediente a las mentes maleables, aporta la semilla de la duda, la magia, las curaciones milagrosas, los remedios caseros, las creencias empíricas, filosóficas y teológicas, en fin, la desinformación mata igual que cualquier virus o bacteria.
En estos días circula un resumen de un supuesto estudio, de unos supuestos investigadores que afirman resultados maravillosos a los hombres que se aplican la vacuna, aseguran que existe un crecimiento significativo del pene, y en el caso de las mujeres, un crecimiento significativo de las glándulas mamarias, pura desinformación.
La pandemia de la esperanza también cobra sus dividendos, hay quienes creen en la vacuna como una garantía de vida y salud, la verdad es que ningún laboratorio puede asegurar cual es el tiempo de inmunidad, es decir, cuanto tiempo te protege. La experiencia clínica con los pacientes que han enfermado, revela dos cosas: primero, que hay pacientes que no generan inmunidad después de enfermar, y segundo, que hay pacientes que después de tres meses, sus niveles de inmunidad (IGG) desaparecen.
Edad, estado mental, nutrición y sistema inmune, son la mejor protección; no te engañes.