Por David Uriarte /
Parte de la sociedad, los que leen, los que revisan redes sociales, los que se informan de alguna manera, se dan cuenta de dichos, hechos, actitudes, prácticas o conductas de todo tipo: desde las peticiones para ayudar a los perros o gatos de la calle, recolección de ropa para ayudar a los necesitados en temporada invernal.
O sobre deportistas locales y/o regionales que brillan en el firmamento de las competencias internacionales; los accidentes más horrendos de motos o vehículos de motor en general; hasta los crímenes o delitos que engrosan las estadísticas de la competencia política de los gobiernos que buscan la paz y la tranquilidad social.
En el rosario de conductas delictivas, están aquellas cuya evidencia social es innegable como la proliferación de punteros que la ley sanciona o configura como el delito de “halconeo”, las “tableadas” que últimamente se han puesto de moda como una forma de ‘correctivo’ a personas que cometen ilícitos como robo o comercio de sustancias psicotrópicas o sus aditamentos para el consumo.
Las personas tableadas generalmente son jóvenes, son exhibidos ante la sociedad como infractores de la ley o por revanchas personales o de grupos, los hacen caminar por las calles de la ciudad sin ropa y portando cartulinas con leyendas que describen la causa del castigo.
Estas prácticas se convierten en mitotes sociales, son exhibidas en redes sociales, pero hay un silencio oficial, generalmente no hay denuncias y no queda registro o estadística que soporte un análisis criminológico, sólo el ‘mitote’ social que corre como reguero de pólvora en una sociedad que de poco se admira o se asombra ya.
Colocación de mantas en lugares públicos con mensajes dirigidos a destinatarios específicos; la invasión de una red de motociclistas en las principales calles, avenidas, o lugares estratégicos con el objeto de identificar la presencia de fuerzas policíacas locales, estatales, o federales; golpizas conocidas como tableadas a quienes desobedecen mandatos o instrucciones de la competencia en el mundo de la comercialización de ilícitos… todo esto termina en mitote anecdótico en una sociedad que ha normalizado parte de las conductas sociopáticas.
Si una persona orina en la vía pública, llega la fuerza pública, lo somete y se hace mitote; si hay tableados, no hay autoridad que los vea, sólo mitote social y silencio oficial.