Por David Uriarte /

Ser incrédulo es una cosa y ser ignorante es otra, pero cuando se juntan la incredulidad con la ignorancia; cuidado. Los que no creían en las balaceras y perecieron en el fuego cruzado por retar la realidad, hoy no están para contarlo, esperemos que no sea el caso con la pandemia del COVID-19.

Importa lo que pasa en otros países, importa lo que pasa en México, pero más importa lo que pasa en nuestro estado y nuestra comunidad cuando de temas sensibles se trata como la seguridad y la salud, o la inseguridad y la enfermedad.

La invitación a los incrédulos que siguen la historia parecida a la de Tomás el discípulo donde según el evangelio de Juan (20:24-29), Tomás llegó a decir: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”, es muy sencilla, tienen todo el derecho a no creer, pero tienen toda la obligación de respetar las diferencias más cuando existe evidencia científica de los hechos.

En un ejercicio de humildad propio de las personas inteligentes, agarre su incredulidad y escepticismo, acérquese porque no creo que lo dejen entrar a un hospital de Culiacán cuyo nombre tiene que ver con la fe y las creencias religiosas, y podrá corroborar la existencia del coronavirus en su versión COVID-19 en carne ajena.

Las infecciones y enfermedades son las más democráticas de las expresiones humanas, lo mismo afectan a pobres que a ricos, a hombres que a mujeres; a políticos, empresarios, hijos de políticos, y todo aquel cuya susceptibilidad es el terreno fértil para la expresión de la enfermedad.

No agarres careadas con el mensajero, mejor fíjate en el mensaje, la noticia es poco agradable y de mucho riesgo. Ignorar las cosas no significa que no sucedan, no creer en ellas tampoco es garantía de inmunidad.

En algunos supermercados como el que está rumbo a la Campiña, en la puerta de acceso están avisos que indican a los clientes el número de artículos que pueden comprar, esto es producto de las compras de pánico. Entre el miedo al apocalipsis y la incredulidad del génesis del COVID-19, la palabra de la ciencia es vituperada; cuidado.