Por David Uriarte / 

El día del maestro es una referencia social, un espacio cuya dimensión depende de la conciencia de ser alumno, y la capacidad de ser agradecido con la mano que direccionó el alimento del saber a la boca de la inteligencia.

Del nacimiento a la muerte se construye el hilo de la vida, espacio de oportunidades, construcciones, derrumbes, principio y fin de la existencia, todos los días se prende una luz y se apaga otra, hoy compartimos la soledad y ausencia de un maestro, una vocación cuyo molde lo mantuvo cerca del fuego y aislado del calor de la concupiscencia.

Lo relevante no es cuando nace o cuando muere Don Silvino Silva Lozano, sino cómo vivió, cómo enfrentó las tormentas propias de una actividad marcada por los intereses del poder político y económico.

Tampoco se trata de un análisis de su hoja de trabajo, de su currículo como directivo de empresas editoriales; se trata de encontrar lo que subyace detrás de su apariencia, detrás de lo que muchos pueden llamar como quieran, pero en esencia era prudencia. El maestro Silvino no era hombre inmaculado, el sólo hecho de ser humano lo exime de esa condición, el maestro Silvino era un hombre digno, con templanza y fortaleza.

Su última década de vida la vivió refugiado en dos nichos: su familia y sus amigos. En su familia fundó los genes del trabajo honrado con un toque de sacrificio; en sus amigos, sembró la semilla de la esperanza, tranquilidad y resistencia a las tentaciones propias de la vida azarosa de nuestros días.

Lleno de historias, anécdotas, recuerdos y vivencias irrepetibles, el maestro Silvino aderezaba los desayunos semanales con dos selectos amigos de los tantos que tenía: el médico dermatólogo Fernando Armienta Quiñonez, y el abogado Hermann Leuffer Mendoza. Sus amigos vieron interrumpidos los encuentros con el maestro Silvino por obvias razones, sin embargo, las llamadas telefónicas a él y su familia, y algunas gestiones samaritanas los mantuvieron en contacto hasta el final.

Hoy, la vida le hace un reconocimiento al maestro Silvino Silva Lozano, lo invita al descanso eterno precisamente el día del maestro. Hasta pronto maestro Silvino.