Por David Uriarte /

La gobernabilidad es la capacidad de un gobierno para mantener el equilibrio entre las necesidades sociales y el cumplimiento de estas, la ingobernabilidad se presenta cuando se rompe el equilibrio entre estas dos variables.

En el gobierno de Valdez Montoya, Sinaloa sufrió eventos de ingobernabilidad, en 1972, la UAS salió a las calles, secuestraron y vandalizaron parte del transporte público, en esos años, la liga comunista 23 de septiembre cultivó adeptos y puso en estado de alerta a las autoridades encargadas de la seguridad pública.

En el gobierno de Toledo Corro, Sinaloa volvió a vivir la expresión de la ingobernabilidad relacionada con la UAS, su producto final fue la creación del Colegio de Bachilleres de Sinaloa (COBAES).

En los últimos treinta años del siglo pasado, la sociedad sinaloense y su gobierno pagaron el precio de la ingobernabilidad, precio que incluyó sangre, cárcel, persecución, miedo, y enfrentamientos entre la comunidad universitaria y el gobierno.

Hoy el ciclo se repite, nuevamente el águila de la UAS respinga ante la carga de la amenaza a su autonomía, primero fueron enfrentamientos verbales, después el tema escaló hasta las instancias federales, específicamente a la Secretaría de Gobernación, parece que lejos de arreglar las cosas, estas se pusieron más tensas, después la sociedad le apostó a la visita del presidente como árbitro que definiera el partido, pero la frase del presidente, -“este asunto lo arregla Rocha con respeto a la autonomía”-, fue un mensaje doble; primero que él no se mete, y segundo, que le queda claro que el epicentro del problema se llama “autonomía”.

Mientras tanto, las partes les dieron curso a sus diferencias por la vía legal, empezó la guerra de querellas y amparos, la espuma amenaza con salirse del recipiente y hacer estragos en la “limpieza” que existía.

Parece que la vara de la prudencia se fracturó, la ingobernabilidad puede exhibir distintas caras, una de ellas la represiva, otra, la defensiva, cualquiera que sea, no abona a las expectativas de la sociedad.

Está claro el origen de las tensiones, al final el triunfo, la presea o la manzana de la discordia, nada justifica prender la mecha que destruya la gobernabilidad de un Estado, la memoria repleta de resabios y resentimientos personales no resueltos, tienen en la mira a una sociedad que será víctima de los daños colaterales.