Por David Uriarte /

El divulgador científico Eduardo Punset, afirma que “la felicidad es la ausencia de miedo”. El miedo es un estado de conciencia convertido en emoción, cuando la persona sabe, intuye o se imagina que puede ser víctima o rebasado en sus expectativas, una reacción primitiva es la agresión.

Muchos miedosos parten de la idea que “el que pega primero, pega dos veces”, por eso, se anticipan y construyen una estrategia donde el ‘ruido mediático’ lastima políticamente a los adversarios.

La seguridad construye caminos de paz y tranquilidad con objetivos claros, busca transmitir la verdad sin gritos o aspavientos, no usa una narrativa de desprestigio. La seguridad vuelve propositiva a la persona, cautelosa, de alguna manera bondadosa y conciliadora.

La anatomía se revisa con imágenes, ya sea ultrasonido o tomografía; la fisiología se mide a través de indicadores químicos o exámenes de laboratorio; y la mentalidad con los hechos, ni siquiera son los dichos o promesas de la persona lo que mide su mentalidad, son los hechos la evidencia de la salud emocional. Así que sólo basta ver que conducta asume una persona para entender que porta en su cerebro.

La proyección es un mecanismo de defensa psicológico por el que el sujeto atribuye a otras personas las propias virtudes o defectos -incluso sus carencias-, esto es lo que veremos con frecuencia en estos días de campañas electorales: hombres y mujeres llenando su narrativa de proyecciones, atribuyéndole a los demás parte de sus virtudes o parte de sus defectos. Como se trata de un acto inconsciente, los del discurso agresivo no alcanzan a darse cuenta de este fenómeno psicológico ampliamente estudiado desde los tiempos de Freud, el padre del psicoanálisis.

A partir de hoy, no verán igual a toda persona cuyo discurso este salpicado por una agresión producto de su proyección inconsciente. Si el contenido de los discursos agresivos o en contra de los adversarios políticos fuesen ciertos y constitutivos de algún delito, entonces, la instancia correspondiente es la Fiscalía del Estado o de la Federación, pero cuando la arenga se vuelve mercenaria, entonces retrata el tamaño del miedo a la competencia.