Por David Uriarte / 

La música de banda, el baile y la barbacoa no podían faltar en cualquier evento significativo del Partido Revolucionario Institucional… el discurso, los abrazos y palmear con estilo, era el sello distintivo de un buen encuentro entre amigos, que digo amigos, entre hermanos.

Los bendecidos por el “dedo divino” siempre con una sonrisa y una seguridad en el hablar, rodeados de sus asistentes, recibiendo en promedio tres peticiones cada diez metros recorridos, en fin, qué tiempos aquellos.

El asunto no son los tiempos, el asunto es ¿dónde quedó la euforia y dónde están los entonces eufóricos? Aún más, ¿dónde están los aplaudidores? La euforia para muchos se transformó en tristeza, ansiedad, desesperación o incluso tragedia. Para otros, en sobrevivencia política, y están nadando de “muertito”; otros, esperando mejores tiempos, unos más disfrutando sus dividendos; y por supuesto, otros disfrutando su nueva militancia en MORENA.

Hay de todo en las huestes partidarias, así es la condición humana. Las agendas hoy lucen transparentes en los renglones de desayunos, comidas y cenas, los mensajes y llamadas telefónicas para convocarse mutuamente tienen otra frecuencia, duración e intensidad. La filosofía popular afirma que los verdaderos amigos se conocen en la desgracia de la enfermedad, cárcel o pobreza.

La euforia o alegría típica de los priistas está minada por la pobreza partidista, la cárcel de sus ideas y la enfermedad llamada oposición. Las bromas sarcásticas también cobijan la euforia priista cuando de convocatoria se trata, cuando tienen que dar la cara por sus líderes, cuando tienen que justificar acciones u omisiones de su etapa de gobierno, en fin, la euforia, alegría y bienestar de los priistas está bajo la metamorfosis kafkiana de una realidad seria y meditativa.

Los priistas traicioneros son traicioneros por su esencia no por las siglas del PRI, sin embargo, esa mancha también marca la euforia deshilachada de aquellos cuya convicción los mantiene aún dentro de la esperanza milagrosa de superar su minusvalía. Antes que ser priista, todos son personas cuya dignidad y euforia hoy pone a prueba sus creencias en la lealtad y la amistad.