Por David Uriarte /
Inspirado en Paco Ignacio Taibo II, aquel que dijo el año pasado en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara –se las metimos doblada camarada-, hoy Director del Fondo de Cultura Económica, puedo entender los desfiguros de la lengua española tanto en la clase política como algunos comunicadores cuya vitrina es por lo menos nacional.
A las cosas hay que llamarlas por su nombre, es la frase del sexenio que da paso a refranes y expresión del pensamiento sin filtros o recatos de ningún tipo. El dinero y el erotismo son las dos variables o causas de grandes secretos, escándalos, placeres, envidias o estatus en los humanos, principalmente en aquellos cuyo liderazgo les da el acceso a estos riesgos.
A Donald Trump lo persigue la sombra de sus acercamientos eróticos antes de ser presidente, al expresidente de México José López Portillo y al Ingeniero Jorge Díaz Serrano, Director General de PEMEX en su tiempo, también fueron señalados por su proclividad al erotismo extramarital; hoy le toca el turno al expresidente Enrique Peña Nieto, es señalado por los escándalos de corrupción en su gobierno y por su capacidad de vínculo erótico con mujeres cuyas figuras pertenecen al catálogo de las modelos.
Los hombres cuyo liderazgo de cualquier tipo los hace seductores, terminan pasando de una vida privada a una vida secreta. Para vivir la experiencia tentadora para unos y escalofriante para otros, sólo se requiere tener la seguridad del poder, la proclividad emocional para el caso y el impulso hormonal para un buen desempeño sexual.
La conservación y la reproducción son los instintos básicos del humano, para el primero se necesita dinero (lana) y para el segundo impulso sexual (macana).
Millones de hombres viven un infierno cuando no están hechos para el caso, es decir, no todo es dinero como instrumento de seducción o buen desempeño sexual como herramienta de felicidad, el poder del dinero y el poder de la seducción erótica, cuando encuentran terreno fértil en la necesidad de otra persona, representan una bomba que puede cimbrar o destruir hasta la familia más sólida y ejemplar.
Lana y macana, un dueto de cuidado.