Por David Uriarte /

A casi un año de los hechos que conmocionaron a la sociedad sinaloense por la muerte de un líder político y la llegada de dos personajes mexicanos a terrenos estadounidenses, los aprendizajes son muchos, los niños han aprendido a tirarse pecho tierra en las aulas cuando escuchan detonaciones por armas de fuego, no es Israel, tampoco Irán… es Culiacán, una ciudad marcada por acontecimientos noticiosos de orden internacional.

Los niños aprenden, los adultos también, el reaprendizaje de cómo vivir en medio de la incertidumbre, hace que los adultos modifiquen sus rutinas. Unos se encierran y piden comida a domicilio; otros buscan lugares muy concurridos con la fantasía de la seguridad; otros de plano son temerarios y se exponen conduciendo vehículos polarizados por lugares donde la estadística indica riesgo de despojo. Cada quien vive la realidad a su manera, con aprendizajes muy particulares.

La crisis enseña nuevas formas de aprendizajes escolares, desde preescolar hasta el posgrado, la enseñanza en línea o de forma virtual se ha convertido en el método pedagógico más utilizado en el último año en Sinaloa.

El comercio vive aprendizajes extremos, muchos sucumbieron a la soledad de la clientela, otros se reinventaron en la búsqueda de sobrevivir para dar sostén a las familias que de ahí se mantienen.

Prácticamente todos los giros comerciales han resentido los efectos de la crisis, el tema de servicios de salud, desde consultas, atención hospitalaria e insumos de todo tipo; así como los servicios funerarios, son otro tema.

Los políticos también han aprendido de la crisis, se han dado cuenta que más allá de los discursos, la realidad no tiene filiación política, sólo existe y lastima de manera diferente a cada ciudadano que la contempla.

Algunas familias han aprendido que las actividades de sus hijos no eran precisamente las mejores. Otras familias han aprendido a vivir y experimentar el sufrimiento de la ausencia o la pérdida de un familiar tras la muerte violenta de su ser querido.

Los aprendizajes más ingratos son aquellos donde familias han tenido que incorporar la experiencia de un aprendizaje por daño colateral donde niños, adolescentes, jóvenes, padres de familia, trabajadores que sólo buscaban ganarse la vida de forma honrada, la han perdido por las balas criminales.

La crisis también nos enseña que algo estamos haciendo mal algunas familias.