Por David Uriarte / 

En fechas significativas para la sociedad mexicana, como el Día de las Madres y otras conmemoraciones importantes, las personas preparan con anticipación festividades o protocolos relacionados con estas celebraciones, incluido, por supuesto, el Día de Muertos. Sin embargo, existen grupos cuyo encierro o condición no les permite participar en dichas festividades o cumplir con estos rituales.

Uno de estos grupos lo conforman las personas privadas de la libertad, quienes no pueden salir a convivir con sus familias ni visitar las tumbas o los lugares donde descansan los restos mortales de sus seres queridos. Otro grupo representativo lo integran los miembros de las fuerzas armadas, como la SEDENA, la MARINA, la GUARDIA NACIONAL y la SECRETARÍA DE SEGURIDAD Y PROTECCIÓN CIUDADANA, así como los socorristas de la CRUZ ROJA MEXICANA, los BOMBEROS, los MÉDICOS DE GUARDIA HOSPITALARIA, los médicos de las UNIDADES DE CUIDADOS INTENSIVOS y muchos otros que, por el tipo de compromiso que asumen, deben permanecer en sus puestos de trabajo.

Existe además un grupo de personas que la sociedad suele olvidar, aunque no se puede generalizar: los enfermos mentales, principalmente quienes padecen esquizofrenia o demencia senil, cualquiera que sea su clasificación; las personas postradas en cama por enfermedades crónicas o por la vejez; y aquellas que presentan alguna condición especial que requiere atención permanente.

Los enfermos mentales cuentan con diversas clasificaciones y distintos grados de compromiso del juicio. No todas las personas con una enfermedad mental resultan incapaces de integrarse a la vida social. Muchas personas con ansiedad, depresión, bipolaridad o trastornos del control de impulsos participan activamente en convivencias familiares significativas. Solo aquellos cuyo trastorno de la sensopercepción les impide integrarse a la vida sociofamiliar, o quienes padecen demencia tipo alzhéimer y no pueden percibir ni disfrutar la vida como los demás, enfrentan mayores limitaciones.

También existen personas lúcidas y mentalmente sanas, pero limitadas por alguna enfermedad física. Otras simplemente atraviesan la octava o novena década de su vida; sus fuerzas físicas se encuentran mermadas, aunque conservan plena lucidez mental. Muchas de estas personas terminan olvidadas por la familia y la sociedad durante las fechas decembrinas; incluso llegan a representar un “estorbo” para la familia o los cuidadores.

A veces, detrás de la alegría, se esconde el olvido o la tristeza.