Por David Uriarte
La mente es una facultad cognitiva, esto significa de alguna manera, el camino por donde transitan el pensamiento, la conciencia y la memoria. Una mente brillante no siempre es influyente, en cambio, una mente influyente siempre es brillante.
Conjugar las potencialidades cerebrales es un verdadero reto, hay personas con una memoria extraordinaria, pero incapaces de establecer contacto visual y mucho menos privilegiar la habilidad social o la interrelación personal. Otras personas tienen mucha habilidad social, pero una inestabilidad emocional que no les permite mantener relaciones duraderas.
Las mentes brillantes como Albert Einstein, Beethoven, Isaac Newton, Leonardo Da Vinci, por mencionar algunas, no tuvieron la influencia de Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, George Washington, y otros tantos cuyos postulados o principios marcaron la vida de millones de personas en el mundo; esa es influencia.
Se puede conocer o admirar un prestigiado neurocientífico, pero jamás tendrá la influencia de los padres, abuelos o la persona que marca la vida. Las mentes brillantes son necesarias para el desarrollo del mundo, las mentes influyentes son indispensables para el desarrollo personal.
Las mentes brillantes tienen resultados medibles cuantitativamente, las mentes influyentes tienen resultados cualitativos. El hombre más rico del mundo tiene una fortuna que se mide en dinero, pero la persona que más ha influido en tu vida tiene una fortuna incalculable, en tanto la medición toca el terreno de lo subjetivo, de las emociones y los sentimientos.
La persona más inteligente en cualquiera de las áreas del conocimiento, tiene una brillantez envidiable por un grupo determinado, sin embargo, la persona más influyente en la vida personal, no necesita títulos, estudios, dinero, o reconocimientos públicos, sólo necesita tocar la fibra más sensible de la existencia.
A veces la percepción de una vida brillante, nubla la memoria y se olvida la mente influyente que sirvió de motivación para construir la realidad que hoy se disfruta o se padece. Por brillantes que sean las ideas, si no logran influir en la conciencia de lo que somos, no forman parte de nuestra historia.