Por David Uriarte /
No es una serie de televisión ni una puesta en escena de alguna obra del siglo pasado, es el nombre y origen de la conducta sociopática, antisocial, o delictiva por decir lo menos.
Hay quienes sostienen que el hombre como especie es un animal de costumbres… la sociedad se está acostumbrando a eventos de naturaleza deleznables; poco a poco los panteones y los espacios para depositar las cenizas de tantos muertos se saturan, hay excesiva demanda de servicios funerarios con excesiva masa social de sufrimiento por las pérdidas irreparables.
Hay países donde el número de homicidios dolosos mantiene una tasa sumamente baja, para ellos es una verdadera sorpresa saber o conocer de conductas delictivas que terminen con la vida de un ser humano, otros países, viven entre la noticia diaria o frecuente de hechos terribles como quitarle la vida a otra persona de manera violenta e indescriptible.
No es el tráfico de armas lo que se debe combatir, es la promoción de la salud mental desde la cuna materna lo importante para construir una persona de bien, padres mentalmente sanos construyen hijos funcionales, no todo consiste en ser “buenas personas”, se trata de influir positivamente en las mentes de los hijos para sembrar en ellos los conceptos del respeto, la prudencia, y la justicia.
Hay un refrán que reza “De tal palo, tal astilla” … pedirles a los hijos que no fumen, no tomen bebidas alcohólicas o no se droguen, cuando el padre fuma, toma o se droga, es una forma común de querer resolver de manera incongruente los problemas sociales de la violencia y el crimen.
Los criminales no sienten culpa: un asesino piensa que su conducta es parte fundamental de su trabajo, no tiene espacio en su mente para la empatía emocional de la víctima y su familia, literalmente, termina su “trabajo” y se puede ir a descansar, a comer con su familia, a pasear a sus hijos por el parque.
Policías, armas, vehículos, equipo táctico, y toda la parafernalia utilizada por los gobiernos en el mundo, queda acotada ante la realidad de los índices delictivos; se necesita domesticar a los cerebros asesinos en la etapa infantil, enseñarles a los niños el valor de la vida, y predicar con el ejemplo.
La cuota de sangre de una sociedad es el indicador del grado de civilización, la formación en etapas tempranas es un modelo predictivo de lo que pasará en las siguientes dos décadas.