Por David Uriarte /
Si pones a trabajar en el campo a los hijos de los dueños de las tierras, se van a deshidratar por su inexperiencia, en cambio los hijos de los jornaleros desde pequeños se integran al trabajo de sus padres, es decir, aprenden rápido a soportar las inclemencias del clima y las inclemencias del poder.
Así le paso por mucho tiempo a la oposición que hoy es poder, trabajaron por décadas en el campo de la movilización social hasta llegar a la silla del capataz, a la silla del poder, les resulta fácil por no decir delicioso ver a la oposición deshidratándose por tan poquito… renegando por su inexperiencia en el surco del trabajo diario, exhibidos por su delicadeza a la hora de enfrentar al que manda, resentidos con ellos mismos por haber perdido más que el poder, el liderazgo. Saben que esto es generacional, que de alguna manera sus ojos no verán el retorno del surco a las oficinas confortables de la tienda de raya.
Los partidos de oposición deben trabajar en construir nuevas generaciones de militantes dispuestos a sudar la camiseta en el campo de la necesidad social, los tiempos de ver por la ventana confortable del poder son historia para ellos, hoy son residuos del poder político.
Los políticos que siempre vivieron en la nómina de los poderes de la unión, deben cuidar muy bien sus ahorros y sus bienes, de hoy en adelante el pasado alimentará la conciencia para instruir a las nuevas generaciones que pretenden desde la ‘oposición inexperta’ seguir sus pasos.
Hay inexperiencia en las dos fracciones: inexperiencia en la oposición que hoy es poder, y en la oposición que ayer fue poder. Mientras el PRD convertido en MORENA por generalizar en el ejemplo de una izquierda organizada, tiene que vivir en las instalaciones fastuosas del poder político y económico de México; el PRI, PAN y otros rescoldos de las delicias del poder tienen que vivir una experiencia vergonzosa al ver desde la calle su casa hipotecada cuyos intereses es posible que no puedan pagar.
La vida de los pueblos es cíclica o debiera ser cíclica, cuando el poder se enquista en una sola expresión política se corre el riesgo de matar a la democracia y vivir en la anarquía perdiendo la libertad como condición humana.