Por David Uriarte /

 

Los grandes deportistas siempre son dominados por el tiempo, la juventud, madurez y fortaleza se acaba y dan paso de manera natural a las nuevas generaciones, lo mismo pasa con los partidos políticos en México.

En su tiempo, el PRI mantuvo su hegemonía, fue el partido todopoderoso, si alguien pretendía incursionar en política, tenía dos opciones: asegurar su lugar a través de las filas y bendiciones del PRI; o enfrentarse en una verdadera lucha partidista cuyas opciones siempre fueron reducidas.

En su momento el PAN fue la opción marcada por una derecha identificada con la iglesia y los empresarios, no era cosa menor recibir desde el púlpito además de la bendición, la catequización para dimitir a las ideas generacionales de un partido avasallador, con el tiempo, el PAN logró un posicionamiento importante, fue un contrapeso real que coronó sus aspiraciones abriendo el siglo XXI con el poder en sus manos, mismo que sólo pudieron sostener dos sexenios.

A finales del siglo pasado, el PRD se veía tan fuerte que muchos avizoraban su llegada a la silla presidencial, la falta de oficio, las prácticas viciadas del PRI, o la suma de factores donde Andrés Manuel López Obrador influyó para sembrar la raíz de su debacle, hicieron que el PRD terminara pulverizado.

Antes que terminara el gobierno de Felipe Calderón, en el año 2011, surge el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), entre otras cosas, producto de la convicción de López Obrador que en 2006 le habían robado la presidencia, desde entonces, construye el andamiaje para su objetivo logrado en 2018.

Nada es por casualidad, se necesitan las condiciones para obtener ciertos resultados, y las condiciones sociales las puso el PRI por más de medio siglo, el PAN no supo qué hacer con tanto poder, el PRD ya había quedado en el camino, así que era la hora de MORENA, y todo indica que se extenderá por lo menos por tres sexenios, o incluso muchos más.

El descrédito de los partidos políticos en México se debe principalmente a sus representantes, a sus líderes, a la idea miope de pensar en la eternidad del poder; eso le pasó al PRI, al PAN, y al PRD… si MORENA repite el modelo de liderazgo de sus antecesores en el poder, está condenado a perderlo.

Una cosa es el presidente que gobierna un país, y otra cosa es un partido que se acredita o desacredita con lo que hace su líder.