Por David Uriarte /

Las competencias siempre dejan a uno o a muchos atrás, en los maratones, miles de corredores quedan rezagados, llegan horas después del ganador y sin embargo también se sienten ganadores porque compiten con su propio tiempo o su propia marca, no hay resentimientos en contra del que cruza primero la meta.

Cuando la competencia es política y no deportiva, las cosas son diferentes, aquí sí puede haber resentimientos en contra del ganador, aquí se juegan el todo por el todo, es una guerra de egos y de poder… Es una competencia de imagen, inteligencia, dinero, estrategias y partidos. La búsqueda del poder deja en la lona política el honor, la credibilidad y el dinero, el trofeo es el gobierno o el poder legislativo.

Se habla mucho del esfuerzo y los ganadores, los perdedores y las comparsas pasan a segundo término, los perdedores pueden convertirse en ganadores cuando las condiciones de gobierno o el desprestigio de los legisladores es tal, que la imagen de los políticos representa una especie de estirpe marcada por la corrupción.

La estrategia político-partidista incluye la figura de las comparsas, aquellas candidaturas cuya función es distraer la atención del electorado, estos participantes están conscientes de su papel, saben que ocuparán el último lugar en las preferencias electorales, pero cumplen funciones estratégicas: distraer, confundir, y restar para sumar.

Las candidaturas comparsas se usan cuando la competencia está muy cerrada, un tercero en discordia será quien incline la balanza del triunfo o la derrota de los verdaderos candidatos o candidatas. Los perdedores son aquellos que se entregaron con todo en la contienda, pero él o la candidata comparsa le saco de la bolsa el triunfo para entregárselo estratégicamente al ganador o ganadora.

La recompensa para las o los comparsas llega poco después, son varias vías las que se pueden usar para el pago de la estrategia que resultó exitosa, los perdedores son otra cosa.

A poco más de dos semanas para las elecciones, los perfiles de los y las candidatas muestran ganadores, perdedores, y comparsas, en un ejercicio de distracción sóo hay que ponerle rostros, nombres y partidos.

Los trampeados pueden ser los electores al creer en las o los comparsas, este grupo de electores sin dimensionar su voto, serán los que inclinen la balanza del triunfo o el fracaso partidista.