David Uriarte /

 

Mentir forma parte de la condición humana. Hay juegos de palabras que más bien encierran una trama psicológica, por ejemplo: “no mentí, sólo que no dije toda la verdad”. El miedo al rechazo y la necesidad de aceptación, son las variables que anidan la mentira y al mentiroso.

La política es el oficio a veces eventual de la persona, la mentira es parte de su identidad. Al entrevistar a un político mentiroso, su defensa es construir de manera automática el discurso brilloso que envuelva la verdad obscura.

Causa hilaridad escuchar al político mentiroso cuando expresa “su verdad”, no le gusta que le contradigan, mucho menos que lo enfrenten con la evidencia, se va presionando hasta que explota y agrede a quien lo interpela o cuestiona.

El político mentiroso tiene conciencia de la necesidad de guardar compostura, se siente provocado una y otra vez cuando le preguntan sobre temas de dominio público, hace lo que puede para controlar emociones e impulsos, hasta que “truena” y arremete contra quien lo entrevista y lo toma personal.

El político mentiroso tiene dos aristas que lo sostienen como tal: el miedo a la desaprobación, y la necesidad de aceptación. El miedo a la desaprobación parte de su historia personal, estos individuos vienen de familias castrantes o distantes: son tan castrantes que marcan a los hijos en el “deber ser”, o son tan distantes que construyen hijos con sed del perfeccionismo como medio para la aceptación.

La necesidad de aceptación es producto del vacío afectivo que experimentaron y buscan a toda costa hacer o dejar de hacer para obtener la mirada piadosa de los demás. Los políticos mentirosos causan irritación o risa, irritación cuando insisten en querer convence que lo blanco es negro o que la noche es día, risa cuando se enredan con el mecate de su propia mentira.

Insultar la inteligencia es el deporte favorito de los políticos mentirosos, creen que les creen, creen que engañan a los demás, creen en sus mentiras como la herramienta que les brinda aceptación y aprecio entre los demás. Para los políticos mentirosos la palabra humildad y verdad, es como el crucifico para el demonio, o la luz para el vampiro. Ellos tienen su propio diccionario.