Por David Uriarte /
Es fácil decir, juzgar, criticar, pero aportar ideas viables —no posturas descabelladas o fantasiosas— no es tan fácil. Las condiciones se van aglomerando en una sociedad polarizada: unos, cansados de más de lo mismo; otros, normalizando el estado de inseguridad y violencia, como si fuera la Franja de Gaza.
Los grupos rivales de la delincuencia tienen en la mira a sus objetivos bien definidos; a veces, entre ellos también hay elementos de los distintos cuerpos policiacos. Podríamos dedicarle mucho tiempo al análisis del riesgo evidente de ser policía; sin embargo, esto no es novedad. La novedad es el aumento de incidentes delictivos en ambulancias, y ahora en hospitales. ¿Quién cuida al que cuida la salud de los enfermos?
Los médicos en general —particularmente los médicos en los servicios de urgencias, los cirujanos y el personal auxiliar— están en la línea del riesgo inminente. No se sabe cuándo ni a qué hora llegarán a rematar a los heridos.
Las eventualidades se presentan casi en todas partes. La frecuencia de esas eventualidades va en aumento en Sinaloa, más en Culiacán. Así lo escribe la historia reciente. El estrés postraumático derivado de las vivencias donde la esperanza de recobrar la salud se convierte en muerte, lastima al personal de salud. Solo quienes viven estas experiencias dimensionan el riesgo. Son humanos, profesionales de la salud, pero también son hijos, padres o parejas, integrantes de familias, trabajadores que buscan y promueven un modo honesto y decoroso de vivir.
Los daños colaterales son tan lamentables como los daños a los objetivos delincuenciales. La razón no pasa por la mente del sicario para discriminar y hacer una separación entre su objetivo y quienes lo rodean. Por eso, la muerte y el dolor sorprenden prácticamente a cualquiera en hechos violentos donde las armas de alto poder hacen su estruendo y dejan sangre, muerte y sufrimiento.
Los trabajadores de la salud, todos, son parte de la población vulnerable. No importa que trabajen en hospitales privados o públicos. Si en algún momento se llegó a pensar que ellos, por pertenecer al sector salud, estaban exentos de riesgo, eso se convirtió en mito. La realidad es otra. Por eso la pregunta es obligada, aunque la respuesta ya se sabe: ¿quién cuida al que cuida? ¿Existen lugares seguros?
La seguridad se logra promoviendo la salud mental desde la niñez.