Por David Uriarte

Muchos siguen pensando que la identidad equivale al nombre. El nombre es importante porque te asocia con el yo; sin embargo, el nombre es la etiqueta de la clasificación terrenal, es la vía de acceso para trámites legales, forma parte de la clasificación sociofamiliar. Pero en la realidad, ¿eres el nombre?

La respuesta es obvia: nadie es el nombre como tal. La identidad va más allá de lo jurídico o la clasificación de género, fecha de nacimiento o apellidos. La identidad se nutre desde las experiencias prenatales, se desarrolla en las vivencias y carencias, y se fortalece con la conciencia plena de saber lo que le falta a cada uno para experimentar plenitud, bienestar y felicidad, con la ausencia de miedo y dolor.

Los modelos de conciencia tienen preferencia según los aprendizajes sociales o la mezcla de estos con las deficiencias o suficiencias biológicas, ya sean genéticas o hereditarias.

Existen modelos de conciencia eminentemente racional, donde la intelectualidad justifica, engrandece o se victimiza bajo el toque de la cognición. Es la cobija que amortigua los miedos de tocar el terreno emocional. Estas personas buscan justificar todo bajo el lente de la razón.

El modelo de conciencia donde el impulso prevalece no deja espacio al juicio de la razón, pues es su propia razón la justificante de conductas defensivas, donde la atención aparece después de la conducta. Son, de alguna manera, prófugos de su propio control.

El modelo de conciencia emocional incluye a personas reactivas al no cumplimiento de sus expectativas en relación con los demás. Siempre esperan algo de otros u otras personas. Los otros son el sustento de su bienestar o sufrimiento; depositan en los demás el pan que esperan recibir en su boca. Terminan construyendo felicidad y sufrimiento por la misma vía: la vía de la carencia. Paradójicamente, son carentes de lo que tienen: mucho amor.

Otro modelo de conciencia para conocerse a sí mismo es la capacidad para mantener una vida de relación densa, cargada de vínculos de apego, amistad y socialización. Es la ratificación de obtener algo dando lo mismo, aunque no sea el fin último. Es decir, aunque el objetivo consciente sea estar, siempre se espera algo. Otra vez: la carencia.

Puedes hacer un recorrido por la ruta de la cognición, los impulsos, las emociones y la socialización. Aquí encontrarás dos cosas: qué te falta y cómo es que eres quién eres.