Por David Uriarte /

La movilidad en Culiacán es una virtud que se puede convertir en tormento para los peatones y los vehículos de automotor cuya densidad es una de las más altas en México.

La semaforización de la ciudad de Culiacán depende técnica y administrativamente del Estado, es decir, no es el Municipio el responsable, aunque éste lo padezca.

Cuando Francisco Antonio Castañeda Verduzco fue titular de la Dirección de Vialidad y Transportes, se necesitaban tres millones de pesos para el mantenimiento correctivo de los semáforos de Culiacán, sin embargo, el gobernador en turno guardó silencio y los semáforos de Culiacán se convirtieron en la piedra angular del caos vial de la capital sinaloense.

La sincronización de los semáforos es una condición necesaria para la movilidad funcional vehicular, este tema está resuelto a medias, lo que de plano urge, es la operación de los semáforos.

Basta hacer un recorrido por los principales cruceros de la ciudad para corroborar las condiciones de operación: en Andrade y Juan José Ríos, la luz verde es milimétrica; en boulevard Anaya y Josefa Ortiz de Domínguez, hace años la luz verde no funciona, la flecha lo sustituye y los claxon de los carros animan al conductor a seguir su marcha.

La fotografía corresponde al crucero de Paliza y Buelna donde el semáforo indica alto para ambas calles.

No es enojándose con los agentes de vialidad o con el presidente municipal de Culiacán, es esperar que la voluntad de la Dirección de Vialidad y Transporte haga lo que le corresponde, ¿Cuántos accidentes necesitan para actuar? Si esta es la base sobre la que piensan actuar, la cuota es muy cara y no se lo merece la sociedad.

Los accidentes viales tienen una tendencia al alza en Culiacán, parte de la causa además del exceso de velocidad, conducir bajo estado de ebriedad y la impericia, es la deficiencia en la señalización de la ciudad y por supuesto la deficiencia de la infraestructura y el pésimo funcionamiento de los semáforos.

La suma de voluntades incluyendo al gobierno municipal, puede hacer que la nueva administración estatal corrija el mal crónico de una semaforización más que deficiente, vergonzosa.