Por David Uriarte /
Después de tantas noticias, de tantos hechos donde la seguridad y la violencia son los temas principales, gran parte de la población anida el sentimiento de pertenencia: sienten que este lugar les pertenece, que es más que su lugar de residencia; lo sienten como una extensión de su persona y parte de su vida. Es el sentimiento de pertenencia.
De hecho, existen condiciones que tienen que ver con la migración, con la pérdida como tal. Incluso existen los duelos del migrante: el duelo por la separación de los familiares y amigos, el duelo por la lengua materna, el duelo por la cultura, el duelo por la pérdida del paisaje y de su tierra, el duelo por la pérdida del estatus social, el duelo por la pérdida de contacto con el grupo étnico y el duelo por la pérdida de la seguridad.
El sentimiento de pertenencia también enfrenta los trastornos de adaptación con ánimo deprimido o ansioso, y otra condición llamada nostalgia del hogar, asociada a la migración y el desarraigo.
Cuando el sentimiento de pertenencia enfrenta realidades donde las opciones están limitadas —casos donde quedarse representa poner en riesgo la vida—, la decisión implica afectaciones al estado de ánimo. Son muchas las variables: depende de la edad, el estado civil, la edad de los hijos (si es que existen), los bienes materiales… En fin, del arraigo de las personas a su lugar de origen, donde la familia, el estudio, el trabajo y los amigos forman parte de su sentido de vida.
También hay casos donde la fortaleza emocional se sobrepone a cualquier decisión personal en favor de la vida, donde la huida es solo parte de la sobrevivencia, uno de los instintos principales del ser humano.
El sentimiento de pertenencia a veces es el ancla del arraigo, la condición humana o el amor a la tierra: la suma de emociones, sentimientos, pensamientos, planes, incluso la visión de futuro donde se planea hasta el cómo de la muerte.
En lugares donde el clima de violencia prevalece en el tiempo, el sentimiento de pertenencia es la premisa que mantiene unida a la familia. Todo pasa por la mente, menos abandonar el lugar donde han crecido y han formado su patrimonio sociofamiliar.
El 494 aniversario de la fundación de Culiacán representa mucho más que tiempo: representa el sentimiento de pertenencia de un millón de habitantes.
Sentimiento de pertenencia no significa miopía ante la realidad; significa amor a la tierra y al origen.
