Por David Uriarte /

¿Qué se necesita para obtener el adjetivo de traicionero? La respuesta es obvia: traicionar. La conducta traicionera sólo aplica en el marco de la confianza, la lealtad, y la información sensible.

Fortunas se han venido abajo derivado de una traición, negocios han fracasado por lo mismo, el futuro inmediato de instituciones o personas, han corrido la misma suerte de la traición, en el terreno de la amistad, la familia, la pareja, y la política, la traición es el visitante frecuente.

De alguna manera existe una especie de asociación entre traición e infidelidad, de hecho, la infidelidad subsume a la traición: para que exista infidelidad debe haber secreto y traición. Mientras la infidelidad aplica principalmente a la relación de pareja, la traición aplica a las relaciones de todo tipo.

Para que una persona sea víctima de la infidelidad, su pareja debe mantener la nueva relación en secreto, traicionando el sentimiento de pertenencia entre ambos. En la traición pasa algo parecido, los traicioneros rompen el compromiso escrito o no escrito; la ambición, el miedo, o ambas condiciones, rompen con el compromiso tácito o expreso y asumen conductas que benefician a la contraparte.

El mote de traicionero o infiel, será la cobija que acompañe hasta la muerte a estas personas, en el ámbito social o familiar serán recordados por sus virtudes con la mancha indeleble de la traición o la infidelidad.

Mientras unos prefieren quedar en la calle -políticamente hablando-, mantenerse fieles a sus principios ideológicos, y jamás traicionar a su partido… Otros, se promocionan al servicio del partido en el poder, traicionando su identidad partidista, buscando su beneficio, blindándose de cobros de facturas políticas pasadas, o ser sometidos a juicios cuyo destino podría ser la cárcel.

La traición y la infidelidad se presenta igual en el poder Ejecutivo que en el Legislativo o en el Judicial, la traición nada tiene que ver con la división de poderes, tiene que ver con la estructura de personalidad, con la formación moral, con el respeto a sí mismo y sus principios, con la exclusividad de sus creencias. Cuando la comercialización de la dignidad ocurre, la prostitución ideológica también.

Los traicioneros también pueden ser seductores, su capacidad para fingir, inventar, y mentir, es mayúscula, tienen un histrionismo envidiable por el mundo de la farándula, por eso tienen buen desempeño.

¿A qué precio?